El médico humanista

Nuestra profesión no es como otra cualquiera, requiere una vocación especial. El médico no sólo emplea su energía en la búsqueda del saber o en satisfacer sus legítimas aspiraciones, sino que, más allá de todo eso, su fin último es el servicio a los demás. Por ello, creo que somos comparables a un cura o un militar.

No se puede ser buen médico sin tener esto presente, pues no nos podemos quedar en un simple biólogo humano, sino que nuestra inspiración y motivación debe ser ayudar al que sufre.

Y termino con unas palabras de Marañón:

“Pero el ser, en verdad, un gran medico es el amor invariable al que sufre y la generosidad en la prestación de la ciencia, que han de brotar en cada minuto sin esfuerzo, naturalmente, como el agua del manantial... sólo se es dignamente médico con la idea clavada en el corazón de que trabajamos con instrumentos imperfectos y con medios de utilidad insegura, pero con la conciencia cierta de que hasta donde no puede llegar el saber, llega siempre el amor”


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