Jack es un cirujano cardio-torácico de éxito y agresivo, que defiende que el paciente no es más que un objeto sobre la mesa de operaciones, y su objetivo es que no se muera. No conoce el tacto, es arrogante y ridiculiza a sus pacientes. Para él la comunicación con ellos no tiene sentido.
Pero todo cambia de pronto y él se convierte en el paciente. Una tos prolongada hace que acuda a la otorrina que es la horma de su zapato. No lo mira, no le explica que procedimientos va a seguir y ni siquiera lo saluda. Cuando encuentra un tumor en su laringe se lo dice sin ningún rodeo. Jack de pronto se siente indefenso, tratado mal y despersonalizado. Descubre las necesidades de una persona enferma que teme por su vida.
Posteriormente al diagnóstico, el doctor pasa por una biopsia. Pierde poco a poco su independencia dentro del hospital, lo transladan en camilla y silla de ruedas, tiene que ponerse la bata y tiene que aguantar al compañero de habitación. Ha pasado de ser un gran cirujano a ser un enfermo.
Comienza el tratamiento con radioterapia, y Jack comienza a convivir cada día con otros enfermos oncológicos. Una chica que tiene un tumor cerebral comienza a enseñarle cosas que le aportan una nueva visión de la vida, de alguien que no tiene mucho tiempo. Cuando la radioterapia no funciona y el tumor crece, le dice que o luche, o grite, o se tiré desde una azotea.
Jack comienza entonces a aceptar que se tiene que operar, los peligros y las preocupaciones que eso conlleva. Sus compañeros hacen que en quirófano se sienta agusto con su cariño y amistad, y Jack se recupera, llegando incluso a recuperar la voz. Todo ello le cuesta un gran trabajo, por lo que decide enseñar a sus residentes todo mediante la experiencia de ser un enfermo.
Amalia Cruz
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