Es llamativo como esta película te hace
apreciar dos perspectivas, o mejor dicho tres: la visión del paciente, la
visión del médico y la visión de un medico como paciente. Al principio del film
aparece un doctor déspota, que trata a sus pacientes como objetos de trabajo e
incluso los ridiculiza. Da la sensación de creerse un superhombre por encima de
los demás y trasmite a sus alumnos que es el camino que deben llevar. Tan
metido en su trabajo incluso descuida a su mujer y su hijo.
El giro viene al
ser diagnosticado de cáncer. En un principio su propia prepotencia le impide
creerse el diagnóstico. Tiene que acudir a una especialista de su patología,
una médico otorrino, que resulta ser igual de fría y déspota con sus pacientes
que él. La médico lo trata como a cualquiera y no tiene consideración a la hora
de dar un diagnóstico. Sin rodeos, sin un ápice de empatía le dice directamente
que tiene un tumor en la laringe. El doctor es ingresado en el hospital sin
ningún trato de favor, en una habitación compartida e incluso le ponen un enema
por error. Vive en sus propias carnes el trato como paciente de su propio
hospital.
Durante la radioterapia vive la medicina desde la sala de espera y
comparte experiencias con enfermos de cáncer como él, especialmente con una
chica enferma con un tumor cerebral. Empieza a fascinarle la fuerza de aquella
chica y llega a convertirse en su mayor apoyo. Empieza a darse cuenta de cómo
ha sido todo este tiempo. Pretende ser el centro de atención en su casa y se
encuentra con que ni su mujer ni su hijo están para él todo lo que querría.
Empieza a valorar la vida y a darse cuenta de lo importante que es la
comunicación entre las personas. Más aún cuando no puede hablar tras ser
operado. Tiene que comunicarse con su mujer mediante una pizarra y un silbato.
A ella le supera la situación y él la necesita y se lo hace entender. La
primera frase que sale de su boca casi sin poder es un “te quiero” a su mujer.
Es magnífica la escena de cuando se reincorpora al trabajo. Como se ve en él un
cambio de actitud y hace a sus estudiantes ponerse en el papel de los enfermos,
sometiéndose a pruebas, pijamas ridículos, comida de hospital...el final te
deja la sensación de que este doctor aprendió más durante su enfermedad que en
todos sus años de ejercicio profesional. De la importancia del trato al
paciente. De que no es mejor médico el que mejor opera o el que más sabe, sino
que hay que saber escuchar y comprender la situación de cada uno. Ponerse en su
lugar y tratar con humanidad. Encarnación Andújar Gutiérrez.
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