Me centraré particularmente en abordar los aspectos
relacionados con la relación médico-paciente que se ven a lo largo de toda la
película, ya que no pretendo hacer una crítica sobre el largometraje, sino
simplemente exponer mi punto de vista sobre este tema, dejando al margen
valoraciones técnicas sobre la producción.
Tal y como vemos en las primeras escenas de la película, se
nos presenta a un doctor Jack MacKee de gran destreza técnica y profesional
pero en el que destaca la pésima relación que establece habitualmente con sus
pacientes (y que pregona jocosamente a sus residentes). Claro que se trata de
una interpretación, pero las situaciones que se ofrecen en el largometraje
podrían extrapolarse fácilmente a la realidad asistencial cotidiana. Es
indiscutible que la calidad de la relación médico-paciente se ve a veces
vulnerada, claro que existen causas externas a nosotros que influyen en ello
(la presión asistencial, el desarrollo de una medicina defensiva, el control
administrativo y la burocratización del trabajo médico, la elevada ratio a la
que se ve sometido el profesional sanitario, el nivel de exigencia por parte de
la propia sociedad, la actitud de algunos pacientes conflictivos…), sin embargo
también es cierto que en ocasiones dejamos que tomen participación en esto
ciertos factores internos (situaciones de contratransferencia, situación
personal y profesional, ambiente de trabajo, desarrollo de “Burn-Out”…).
Por la propia naturaleza de la profesión médica, cualquier
acto que desarrollemos tiene repercusión directa en las personas, y por ende en
su salud. No solo se trata de la actitud clínica (entendiendo como tal el
diagnóstico, su pronóstico y terapéutica correspondiente), sino de una actitud
personal y humana que está inherente a la anterior y que supone la diferencia
entre una asistencia técnica y una atención médica. Sabemos de sobra que en el
complejo equilibrio entre la salud y la enfermedad influyen múltiples factores,
muchos de ellos de gran carga emotiva y personal, de modo que al actuar sobre
ellos también estamos influyendo en la evolución del paciente, y por supuesto
también de sus familiares. Pensar que el papel del médico se reduce a solventar
el cuadro clínico por el que nos llega el paciente es una visión muy
reduccionista del verdadero trabajo del facultativo, no solo por resultar
insuficiente para el manejo global del enfermo, sino porque de ser así nosotros
mismos tendremos que asumir que nuestras posibilidades terapéuticas son
francamente reducidas (como sabemos, somos incapaces de curar muchas de las
enfermedades que afectan a nuestros pacientes).
La relación médico-paciente, no es solo una cuestión de
educación, empatía o asertividad, se trata de una realidad más que influye
enormemente en el manejo de cada caso. De hecho, a mayor gravedad de la
enfermedad, más importancia toma el contacto personal con el enfermo y sus
familiares y mayor es su influencia en su evolución. Posiblemente el propio
sistema asistencial (desde la formación de nuevos médicos hasta el contexto y
la situación de los facultativos en activo) no le da la importancia
correspondiente a este hecho; a veces incluso el propio sistema puede llegar a
suponer un impedimento al desarrollo de un trato apropiado del paciente (el
tipo de instalaciones, los límites de tiempo, las listas de espera, la
burocracia excesiva y poco eficaz, la falta de medios técnicos y humanos...). Y
a esto debemos sumar la pobre formación y concienciación que se infunde a los
estudiantes de Medicina sobre este aspecto, tema en el que se profundiza poco y
de forma poco efectiva (el desarrollo teórico de este tema es generalmente
insuficiente para comprender su importancia y para dotar de herramientas útiles
a los futuros médicos).
Personalmente no me parece tan descabellado pensar en un
médico como el doctor Jack Mackee, alguien que sea profesionalmente muy bueno
pero que en el trato personal con las personas muestre notables carencias.
Cuando llevamos cierto tiempo viendo las cosas desde detrás de una bata blanca
acabamos percibiendo una realidad deformada (las sombras de la caverna, como
diría Platón), y a veces incluso podemos ser incapaces de entender la situación
personal de aquel que acude a nosotros. En ocasiones nos referimos a los
pacientes como una categoría especial de personas, un grupo al que se acceden
algunas personas y del que nos encontramos separados por alguna barrera. Una
concepción facilitada por un enfoque centrado en el abordaje de la enfermedad,
pero todavía no hemos sido capaces realmente de interiorizar aquella frase de
D. Gregorio Marañón “no hay enfermedades, si no enfermos”. A veces consideramos
ciertas peculiaridades de la persona como variables a considerar en el curso de
la enfermedad que estamos manejando, pero seguimos con la misma visión: nos
centramos en manejar a la enfermedad, y no al enfermo, y solo nos importan
aquellas circunstancias que afecten a la evolución de la misma, sin fijarnos a
veces en su repercusión sobre el paciente.
Todo esto se ve reflejado a lo largo de la película, en la
cual el protagonista experimenta en primera persona la realidad del paciente.
Es entonces cuando se descubre que su punto de vista no era tan cierto como él
pensaba, y poco a poco empieza a entender lo que realmente supone ser paciente
y lo que se espera, y se necesita, del médico en estas circunstancias. Promover
una correcta relación médico-paciente debería ser un objetivo primordial en la
formación de nuevos médicos y un fin que perseguir en los programas de formación
continuada, y en ambos casos es fundamental promover la comprensión de la
figura del paciente de forma más amplia que simplemente como aquel portador de
la enfermedad y el papel del médico más allá del manejo concreto de la
enfermedad en sí, entendiéndose el cuidado de la salud como un concepto mucho
más amplio, integrando la realidad social (especialmente la esfera familiar) y
la situación personal del paciente a lo largo del proceso asistencial. No se
trata solo de ofrecer un trato adecuado a nivel personal, sino una obligación
propia del oficio de la que se derivan efectos sobre la salud de aquellos a
quienes tratamos. FJFA Alumno 6º Medicina del HUV Valme.
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