Todo médico se convierte en paciente un día

El Doctor Jack Mackee es un reputado cirujano, en el quirófano realiza una función
intachable, pero a la hora de tratar con los pacientes deja mucho que desear. Las ideas que intenta transmitir a sus residentes no son las más adecuadas, según él la misión de un cirujano es cortar, les dice textualmente “entras, lo arreglas y te largas”, esto según mi punto de vista muestra una forma errónea de protegerse, él prefiere no volcarse con los pacientes, no encariñarse demasiado. En una escena, una paciente intenta comentarle los problemas que tiene con su marido a causa de una cicatriz poco estética que le ha dejado, y el cirujano lo único que hace es gastarle una broma de mal gusto y marcharse.

En un momento dado, el rol del cirujano da un giro de ciento ochenta grados, y se debe desafortunadamente al hecho de que le diagnostican un tumor laríngeo. Ahora el paciente es él y tiene que vivir en su propia piel todo el sufrimiento por el cual pasan los enfermos, no ya por la enfermedad que padecen sino por el pésimo trato que reciben de los profesionales y del sistema en general. La frialdad con la que lo trata su otorrinolaringóloga le abruma, al entrar en la consulta ni siquiera lo saluda, luego le dice “tiene usted un bulto, un tumor maligno, una lesión T2, recomiendo radioterapia, extirpándolo puede perder la vez, le he firmado el alta, procure no hablar, hasta pronto”, ésta es la única información que le proporciona y además no lo hace en el lugar más idóneo, el compañero de habitación está justo al lado y se entera de todo.

El doctor Mackee no sabe cómo encajar esta nueva situación, ahora tiene que aguantar la burocracia, los errores médicos, parece que pierde el control de su vida y esto le pasa factura en su trabajo y en sus relaciones familiares, intenta explicarle a su hijo lo que le pasa, pero lo hace con palabras muy técnicas, no es capaz de adaptar su lenguaje.

Todo cambia, todo se ve diferente desde la nueva perspectiva, la del paciente. Judh es un joven diagnosticada de un tumor cerebral grado IV, esto podría haber sido un grado más bajo si se le hubiese hecho caso en su debido momento, pero ahora es muy tarde y ya no hay vuelta atrás, sin embargo ella parece llevarlo mucho mejor que el cirujano.

Una vez que el cirujano es operado y está recuperado oye que uno de sus residentes habla de un paciente como “el terminal de la habitación 1217”, en este momento muestra su enfado diciéndole que durante toda la carrera han tenido que aprender nombres en latín, listas interminables de fármacos y que ahora no sean capaces de retener el nombre de un paciente era simplemente penoso. Asimismo el doctor Jack Mackee somete a sus residentes a una prueba, les pone a todos un pijama de pacientes y les asigna una determinada enfermedad, y así deberán pasar por cada una de las pruebas diagnósticas que más tarde prescribirán seguramente a sus pacientes, de esta forma podían saber lo que supone cada uno de sus actos para los pacientes a los que atienden, también les recuerda a los residentes que los pacientes tienen nombre, son personas que están asustadas, vulnerables y que confían sus vidas a los médicos, por lo tanto qué menos que llamarlos por su nombre, escucharlos, ponerse en su lugar, darles toda la información necesaria, atenderlos tanto a ellos como a sus familiares, hacerles partícipes de su enfermedad  y por supuesto, tratarles adecuadamente. Zineb Ahrazem Dfuf. 6º Medicina HUVV

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