En esta historia un medico que se relaciona más bien poco y más bien de muy malas maneras con los pacientes de repente sufre un cambio repentino y se ve atrapado en ese mundo, y para su desgracia, se ve sumido en el mismo pasotismo y falta de tacto al que él sometía a sus pacientes. Si bien creo que el papel de nuestro médico está algo exagerado, ya que no creo que los médicos tengan una actitud tan extremadamente egoísta y maleducada (al menos no los que yo conozco), si que es verdad que trata un tema que me parece bastante interesante y diario, y lo que es más importante, que muchos pasamos por alto. Es muy cómodo, o más bien sencillo, sentarse detrás del ordenador y asumir el papel dominante, el que entiende, el que sabe, el que se mueve con fluidez por las turbulentas aguas de la sanidad. Pero cuando pasas al otro lado de la mesa el mundo cambia. El hospital es algo desconocido, grande, da miedo, no sabes donde ir, no te acabas de enterar de las cosas…El paciente pasa de mano en mano, de prueba en prueba, de especialista en especialista como si de un juguete se tratase, y con cada pase su identidad se ve cada vez más mermada, llegando incluso a reducirse a un simple numero de historia. Eso es lo que vive el protagonista de esta historia, y yo creo que el sentimiento que prevalece claramente es la impotencia, por la propia enfermedad, por tener que esperar, porque no le atienden, porque no le escuchan, porque no le respetan, porque no saben quien es… En definitiva, porque parece ser un cero a la izquierda.
Es cierto que no podemos implicarnos en la vida del paciente, ni dejarnos el corazón en cada historia o consulta, pero sí que podemos ponernos en su lugar, pensar como nos sentiríamos nosotros y actuar en consecuencia; porque tal y como dice hacia el final de la película al final todos nos convertiremos en pacientes.
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