Tenemos que aprender a no dejar que la experiencia o los años nos hagan perder el entusiasmo

Ver esta película me ha ayudado a analizar la práctica diaria del entorno medico al cual estamos sometidos día a día y en el que muy tempranamente vamos a formar parte, errores que desde la visión del médico, quien conoce la enfermedad, la “domina” y ayuda al paciente a vencer, prácticamente son insignificantes pero que desde los ojos de un paciente suponen cada día un paso más en la evolución de su enfermedad. Simplemente ponernos en la situación de la persona que tenemos enfrente no supone mucho tiempo y como hemos podido comprobar puede mejorar muchísimo la evolución y calidad de la relación con nuestro paciente. Un detalle que me ha llamado la atención es la verdadera falta de afecto que mostraba el protagonista ya que impedía que cualquier persona que intentara acercarse a él, pudiera surtir efecto alguno, al igual que en su vida profesional lo trasladaba también a su vida personal. ¿Fue esa coraza fruto de sus años de profesión? ¿O fue su personalidad la que lo convirtió? Ese es el verdadero quid de la cuestión ya que tenemos que aprender a no dejar que la experiencia o los años nos hagan perder el entusiasmo con el que creo que todos comenzamos y que algún día por alguna inexplicable razón perdemos. Debemos aprender algo que a lo largo de nuestra carrera no se han centrado en enseñarnos: ponernos en el lugar del enfermo, empatizar con él y vencer juntos a la enfermedad. Siempre hay que tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos y eso muchas veces lo olvidamos.

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