¿Se le puede pedir a un simple ser humano que cargue con la presión de las desgracias de miles de pacientes?

Un doctor con un nivel económico y social acorde a su estatus y una vida aparentemente plena vive su vida de manera superficial y fría. Sin embargo, pasado un tiempo descubre que tiene un tumor maligno (cáncer) en las cuerdas vocales. En el momento en el que el deja de impartir clases, ejercer su profesión y seguir con su vida perfecta y pasa de ser un Médico destacado a un paciente que tiene que esperar su turno, que no es tratado dignamente por su doctor, que le mienten en cuanto al diagnostico, etc., cae en cuenta de lo terrible que es el trato del médico al paciente, y las circunstancias que vive un paciente que sufre de depresión, que vive al día con su enfermedad y con una esperanza de vida que el médico tajantemente rompe sin importar el estado emocional de este. Vivir en carne propia esta situación le hace reflexionar sobre el cuidado del paciente y la importancia de la comunicación entre el equipo multidisciplinario de Salud; a poco de tener a la muerte en su puerta, Jack se recupera de una manera satisfactoria y lucha por las creencias y vivencias que le hicieron valorar tanto su vida como la vida de un paciente.

Esta película nos deja la reflexión de cómo el profesional de la salud influye y es responsable de la recuperación del paciente; del cargo que ocupa el enfermero o médico al momento de tener en sus manos la vida de una persona que confía en él sin objeción alguna. De cómo en cada momento nos debemos regir por nuestro código de ética para brindar un servicio impecable y obtener resultados favorables. De cómo ser “humanos” en todos los sentidos y preguntarnos sobre la calidad de vida que estamos ofreciendo a nuestros pacientes y a nuestras familias.

En los hospitales se vive a diario la falta de atención personalizada como quisiera el paciente, y aunque sean privados, se ven las carencias y el casi nulo involucramiento emocional entre paciente-medico, la negligencia, los tramites largos y consecutivos que un paciente con una enfermedad casi terminal tiene que esperar para poder ser atendido, porque en este servicio, no dan preferencia por la edad, profesión, genero, status, todos y cada uno de los pacientes tienen que esperar largas y angustiantes horas, días, momentos… que les roban tiempo para aprovechar y disfrutar pequeños detalles e instantes de su valiosa y quién sabe si de su corta vida.

Porque uno nunca sabe cuándo pueden cambiarse los papeles y tocarte vivir lo inesperado y te verás obligado a tomar de tu propia medicina. (Nunca mejor dicho). Algo que me ha encantado de la película es el convertir a los futuros médicos en pacientes. Y no sólo médicos, sino también el resto del personal sanitario. Me parece muy buena idea ponerse en el lugar de los mismos, y qué mejor forma que ingresar una semana en el hospital para vivirlo desde dentro, aunque desde fuera la situación pueda parecer un tanto histriónica, porque por un lado el coste económico de esta práctica podría ser elevado por lo que aparentemente tiene de innecesario, sin embargo a la larga, creo que este coste podría ser directamente proporcional a un beneficioso aumento del bienestar del enfermo y de la relación entre paciente y personal sanitario, que hoy por desgracia es bastante impersonal y objetiva, tal como nos muestra la película. Y aunque el sistema no sea el mismo en todos los países, en España es ciertamente bastante parecido al que se nos muestra en el filme.

Otra clave de la película es el papel de June, la enferma con tumor cerebral en grado IV. June le enseña a mostrar empatía y a tratar con respeto a las demás personas pero sobre todo a bajar los brazos para hacerse accesible a las personas que necesitan de él y en especial a las personas que lo aman. También le enseña ser sincero con los pacientes, aunque este es otro tema discutible, pues cada enfermo es un mundo y en este caso es cuando debería intervenir esa confianza y relación algo más estrecha entre facultativo y paciente, para que el primero sepa cómo debe actuar en cada caso, pues las características psicológicas y emocionales de cada paciente hacen que lo que pueda ser beneficioso para uno, pueda ser traumático para otro.

Sin duda alguna la película intenta, y creo que consigue, dar una lección moral sobre la humanidad que el sistema sanitario debería tener y de la que carece. Los recursos para identificarte con el protagonista y vivir su euforia y despreocupación iniciales e ir evolucionando junto a él hacia la comprensión de la verdadera gravedad de una enfermedad y hacia la solidaridad y comprensión humana están muy logrados. Sin embargo cabe preguntarse hasta que punto un médico puede soportar el sentirse plenamente afectado por cada paciente al que trata ¿Se le puede pedir a un simple ser humano que cargue con la presión de las desgracias de miles de pacientes? El tema es mucho más complicado de lo que se presenta y me pregunto si la clave no estará precisamente en el equilibrio entre un extremo y otro. MPF

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