Todos seremos pacientes alguna vez

El protagonista de la película, el doctor Jack MacKee es un cirujano seguro de sí mismo, con una excelente técnica quirúrgica. Sin embargo, no podemos afirmar que sea un buen médico simplemente por poseer buenos resultados en sus intervenciones. Muestra una gran falta de respeto en sus operaciones, canta y escucha música con un volumen excesivamente elevado mientras trabaja, se muestra frío y distante con sus pacientes y se burla tanto de ellos como de sus compañeros. Cabe destacar a su compañero, al que él llama “el rabino”. Este médico, especialista en otorrinolaringología, es una persona atenta con sus pacientes, les explica la intervención con detenimiento, les escucha y atiende correctamente; sin embargo es el objeto de constante burla de nuestro protagonista.

Sería interesante resaltar algunas frases que demuestran la falta de empatía del doctor MacKee con sus pacientes: “Es peligroso encariñarse demasiado con los pacientes”, “no conviene volcarse demasiado”, y en especial “la misión del cirujano es cortar: entras, lo arreglas y te largas”. Sin embargo todo esto cambia en el momento en el que el doctor MacKee es diagnosticado de cáncer de laringe por una doctora muy parecida a él a la hora de trabajar. Esta doctora se limita a explorar a su paciente y pedirle las pruebas necesarias, así como informarle de lo que le sucede sin ningún tipo de tapujos, sin pensar en sus sentimientos ni en todo lo que está pasando.

A partir de este momento, se da cuenta de lo duro que es estar al otro lado. Se da cuenta de cómo se siente un paciente ante la espera de los resultados de unas pruebas, ante la incertidumbre de un diagnóstico y no sentirse escuchado ni arropado por su propio médico. A los estudiantes de medicina a su cargo, y que él mismo ha enseñado, ya no les permite que identifiquen a los enfermos como “el terminal” o como “el de la habitación tal”, tal y como él mismo había hecho antes, ya no tolera bromas con los pacientes.

De esta forma, y gracias a la aparición de Judth, a la que él llama “su amiga la valiente”, una enferma diagnosticada de cáncer cerebral en estadio avanzado por una negligencia médica, descubre lo importante que es luchar por la vida y no perder nunca la esperanza, así como lo vital que es sentirse apoyado y arropado tanto por su familia como por el personal médico.

Por tanto, a la hora de contar con un cirujano para la operación de su cáncer de laringe prefiere al otorrinolaringólogo al que llamaba “el rabino”, un médico atento y amable con sus pacientes, antes que a su doctora, que había sido fría y distante.

Por ello no debemos olvidar nunca que todos los médicos serán pacientes en algún momento de su vida. Esta película es un magnífico manifiesto de la importancia que tiene a la hora de ejercer la medicina no sólo poseer los adecuados conocimientos teóricos y técnicos de la medicina y la cirugía, sino que es vital a la hora de tratar a un paciente una actitud receptiva y empática con todos y cada uno de nuestros pacientes. Esto es igual, si no más, importante que todos los conocimientos adquiridos durante la carrera.

Alumna de 6º de la facultad de Medicina de Sevilla

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