Cuestión de principios, de humanidad, de amor…

La película me ha hecho reflexionar y tener aun más claro lo que siempre he pensado sobre la importancia del buen trato al paciente…
Aunque sea ficción no es nada totalmente alejado de la realidad, si bien es verdad que muchos profesionales tienen una actitud ejemplar, no pocos actúan de forma inadecuada sacando a relucir una prepotencia y una despersonalización que debería ser incompatible con el ejercicio de la medicina…

Debemos tener en cuenta que el paciente es alguien que con sus circunstancias su pensamientos, su cultura, sus principio y su estructura vital, que se ve alterada y nos pide que nosotros gracias a nuestros conocimientos pongamos todo de nuestra parte para ayudarle, con esto quiero decir que el paciente confía en nosotros y lo último que debemos hacer es tirar por el suelo esa confianza tratándolo como a un número o como a una parte de su cuerpo que está enferma…

Hemos de tener en cuenta que lo importante en la consulta no somos nosotros los médicos, lo importante en la consulta es el paciente, eso nunca se nos puede olvidar, nosotros estamos ahí por y para él. Pero esta despersonalización o trato a distinta altura no es solo algo exclusivo de los médicos, son muchas las personas que creen que por su posición social o laboral están por encima de los demás, típica imagen, desgraciadamente, de algunos profesores que sacan a la luz una falsa superioridad sobre el alumno y le dan un trato lejano y a veces despectivo.

El problema seguramente sea de base, de educación, de no tener claro que todos somos iguales y nadie es superior a nadie, es absolutamente reprochable creerse superior a quien necesita nuestra ayuda, y no solo porque un día necesitaremos la ayuda de alguien, si no por principios, por humanidad, por amor…

Simplemente intentemos tratar a los demás de una forma correcta, sana y humana y esto no es nada relacionado con la medicina, es algo vital; el respeto, la humildad y el volcarse con los demás es de lo más necesitado en este mundo loco en el que cada uno va corriendo sin mirar alrededor, simplemente miramos a nosotros mismos, a nuestros pies y lo peor de todo es que después nos extraña que tropecemos/estemos tropezando una y otra vez…

Fran Carballido

No existen enfermedades, sino enfermos

No recuerdo quién era el autor de esta frase, pero me parece una buena forma de resumir la película.
El protagonista es un cirujano que sólo se dedica a curar la enfermedad, sin tener en cuenta los sentimientos de los pacientes. Se dice mucho que las especialidades quirúrgicas tienden más a curar la enfermedad en sí, y que las médicas conllevan más un seguimiento más detenido y prolongado del paciente. Mi opinión es que, en cierto modo, esto es verdad, pero el cirujano nunca puede tratar al paciente como una máquina, sino que debe tener siempre presente que es un ser humano. Por ejemplo, la comunicación del padecimiento de un cáncer (como es el caso de la película) debe hacerse con la más exquisita delicadeza y sensibilidad, ya que se trata de una enfermedad grave y que muchas veces lleva asociada la muerte.
En la película, el médico se siente despreciado cuando está en la situación de paciente. Recibe el mismo trato que él les ha dado en multitud de ocasiones a sus enfermos, y esto le hace reflexionar y cambiar su actitud en el futuro. Es decir, el cáncer de laringe que sufre le hace adquirir una actitud de empatía para con sus pacientes, algo que es fundamental en el ejercicio de la medicina. Esta actitud es primordial en nuestra profesión, y creo que la película “El doctor” refleja estupendamente lo que NO debemos hacer cuando ejerzamos. Es verdad que la medicina es una profesión bastante bien pagada y apetecible para mucha gente en este sentido, pero quien no sea capaz de tener empatía o quien infravalore la situación o preocupaciones de sus pacientes, siempre puede dedicarse a otra profesión en la que se trate con usuarios o clientes, no con personas enfermas…
En definitiva, el paciente es siempre un ser humano, con sentimientos, y debe ser tratado desde un punto de vista biopsicosocial (modelo holístico). Esto es fundamental en Medicina de Familia, especialidad que, por otro lado, es incompatible con un modelo exclusivamente biológico. Ángel Vélez Venegas, 6º Medicina, Hospital de Valme.

Cómo no ser

La película trata sobre el cambio de punto de vista y sentimientos que sufre el protagonista al cambia su situación de ser un médico cirujano a ser un paciente. Al inicio nos presenta el trato con sus pacientes. La forma de dirigirse o referirse a ellos es jactanciosa, no le da ninguna importancia al sufrimiento de los pacientes. De hecho, pienso que realmente no es consciente de la existencia del mismo, creo que es incapaz de sentir una mínima empatía hacia ellos.

A mi parecer en la película existen dos puntos de inflexión. El primero de ellos es cuando el médico se convierte en enfermo al ser diagnosticado de cáncer de laringe. A partir de este hito empieza un proceso durante el cual sufre los mecanismos del sistema hospitalario, así como el trato por su médica (nos lo plantean como similar al que él ejerce sobre sus pacientes, pero en mi opinión no lo es tanto). El segundo punto de inflexión lo marcaría cuando el protagonista realmente toma conciencia de enfermo, del funcionamiento del hospital (pruebas, demoras, esperas,...), del trato que recibe y del sufrimiento que todo esto le provoca; y es a partir de ahí cuando se produce un cambia en su aptitud que se refleja en el trato hacia sus pacientes. Finalmente, podemos ver cómo el médico toma conciencia de la realidad de los enfermos y se implica en la ayuda para con ellos mucho más allá del trabajo técnico.

En el grupo de estudiantes/residentes a su cargo se identifican dos patrones extremos del profesional de la medicina: uno sería como nuestro protagonista al inicio y el otro al final. El personaje principal valora y reprocha a uno y otro según se identifica en el principio o al fin de la película.

Considero que esta película refleja una realidad que acostumbramos a ver en diferentes profesionales (las negativas y las positivas) y que nos sirve como muestra para decidir qué tipo de profesional queremos ser. Es la segunda asignatura de la carrera en la que vemos esta película y pienso que somos bastante afortunados por ello pues es una forma de aprendizaje dinámica y útil que debería ser mucho más aprovechada en la formación del sector sanitario en general y médicos en particular.

Alumna de 6º de Medicina en el Hospital de Valme. Promoción 2006 - 2012.

La enseñanza es el proceso le ha servido para rectificar, para darse cuenta de la importancia que tiene la empatía hacia los pacientes, escucharlos, entenderlos, ...


La película bascula sobre el cambio de actitud de un médico extremadamente eficaz aunque inhumanamente insensible, el doctor Jack McKee, cuya falta de respeto en el interior del quirófano, cuando la vida de una persona pende de su mano, es a todas luces inadmisible. Su inicial papel de “malo” queda mucho más marcado cuando actúa su compañero (“el rabino”), que ha de soportar sus burlas por ejercer idéntica profesión desde lo que para cualquiera podría ser la perspectiva acertada. Esta “perspectiva adecuada” lo es, sin duda, porque escucha e informa a su paciente acerca de la intervención que va a llevar a cabo, las intenciones que tiene, los riesgos, etc, cuando éste se encuentra en un momento de máxima vulnerabilidad. Uno de los primeros mensajes que nos brinda este filme es que el paciente no es un espectador de la habilidad del médico, sino alguien a quien hay que hacer partícipe en todo momento de la propia enfermedad. Es evidente la cuestión que en este momento se pide valorar al espectador: la dualidad entre una actuación profesional intachable atada a un comportamiento humano miserable o el papel ligeramente más vano sostenido por una actitud incontablemente más humana. Para no dar demasiados quebraderos de cabeza, esta disputa con trazas casi éticas  se facilita aplanando ligeramente los personajes (simplificándolos en un principio en “el bueno” y “el malo”) y otorgando al primero una labor más insignificante que al segundo (otorrino frente a cirujano), de forma que las balanzas se equilibren.

Como no podría forjarse un argumento sobre una injusticia inexpugnable, algo ocurre que fuerza un cambio en el protagonista. Una enfermedad convierte al cazador en presa y, vista como un suceso casi de buena fortuna, provoca que el Dr. MacKee, comience a ver la medicina desde otro punto de vista, que no es sino el punto de vista de todos los pacientes, el punto de vista desde el que todos los médicos sin excepción, también los cirujanos, deben ver la medicina. Gracias a esta providencial catarsis (a medias, pues el doctor sí que sufre la enfermedad), pasará de ser un cirujano frío y distante, a ser un profesional cercano y comprensible, y un buen padre y marido al mismo tiempo. El hecho de remarcar que el inadecuado comportamiento del doctor se extiende también al hogar hace al personaje aún más sencillo de catalogar.

“Es peligroso encariñarse demasiado con los pacientes”, “no conviene volcarse demasiado”, “la misión del cirujano es cortar: entras, lo arreglas y te largas” “más que el cariño importa un corte”. Todas estas frases tan publicitarias pronunciadas por el doctor parecen olvidársele cuando ya no es él el que tiene que arreglar algo y largarse. Toda su historia cambia cuando escucha: “doctor, tiene usted un bulto, un tumor laríngeo”.
Desde en una camilla y vestido con un pijama de enfermo, desamparado en los pasillos del hospital entre batas blancas, siente lo que sentían sus pacientes cuando se encontraban bajo sus tan valiosas manos y se redime a sí mismo de su comportamiento anterior.
“El tumor es maligno, una lesión T2. Recomiendo radioterapia, extirpándolo puede perder la voz”. Le he firmado el alta, procure no hablar, hasta pronto”. Estas son, y no más, las palabras que le dirige su otorrino, la doctora Leslie Abbot.

Judh, o como el doctor la apoda, “su amiga la valiente”, está diagnosticada de un tumor cerebral grado IV. Quizás este grado podría ser más bajo si meses antes la hubieran escuchado y prestado la atención suficiente, en lugar de haber soslayado evidente la necesidad de realizar una resonancia. Pero no fue así, y no parece que ahora esa metedura de mata tenga solución. Él sin embargo, parece ser más afortunado, su tumor no se ha extendido a los ganglios linfáticos.

“El terminal, el moribundo de la 1217”.  Es la nomenclatura que parece que el doctor MacKee ha enseñado a sus residentes. No obstante, ahora que se ha convertido en uno de ellos, no parece resultarle gracioso ni divertido, ni para nada correcto dirigirse a un paciente de forma tan fría. Es el comienzo de un profundo cambio en su forma de ver la relación médico-paciente.

Siguiendo con la trama, la radiación no parece hacerle efecto, y el tumor incluso ha aumentado de tamaño, algo muy decepcionante, por lo que tendrá que operarse. El ahora paciente MacKee sin embargo, no quiere que le opere la otorrina que ha tratado su caso (pues no le pareció adecuada una actuación que él a todas luces hubiera hecho parecer incluso correcta de haber sido él el médico y otro el paciente…), y recurre entonces a aquel compañero, “el rabino”, al que criticaba y ofendía cuando era simplemente el doctor y no un paciente, y en el que ahora confía. La redención completa está próxima, pues con esta vuelta de tuerca el doctor queda en visible deuda con su pasado.

La enseñanza es que el proceso le ha servido para rectificar, para darse cuenta de la importancia que tiene la empatía hacia los pacientes, escucharlos, entenderlos, ponernos en su lugar, informarles, apoyarlos, a ellos y a sus familiares, hacerles partícipe en todo momento de su enfermedad, y finalmente, y todo ello por supuesto, sin dejar de lado la ejecución “física” de la tarea del doctor, esto es, sin dejar de realizar una buena (en este caso) cirugía.

La película, una cinta eminentemente ética y con grandes dosis de moralidad, no hace sino volver sobre la paradoja de que todo médico puede convertirse en paciente, y que, por lo tanto, no hay que descuidar el trato con los “subordinados” (no en sentido laboral sino de dependencia, el paciente, por situación puntual, se encuentra generalmente subordinado o dependiente del médico), pues son, como cualquiera, personas merecedoras de respeto. La necesidad de que un eminente doctor tenga que sufrir una enfermedad para dejar de incurrir en lo que a primera vista parece incluso un maltrato hacia los pacientes no hace más que cargar de razón a ese destino igualador que ha convertido al verdugo en víctima.

Cuando llevamos cierto tiempo viendo las cosas desde detrás de una bata blanca acabamos percibiendo una realidad deformada (las sombras de la caverna, como diría Platón)

Me centraré particularmente en abordar los aspectos relacionados con la relación médico-paciente que se ven a lo largo de toda la película, ya que no pretendo hacer una crítica sobre el largometraje, sino simplemente exponer mi punto de vista sobre este tema, dejando al margen valoraciones técnicas sobre la producción.

Tal y como vemos en las primeras escenas de la película, se nos presenta a un doctor Jack MacKee de gran destreza técnica y profesional pero en el que destaca la pésima relación que establece habitualmente con sus pacientes (y que pregona jocosamente a sus residentes). Claro que se trata de una interpretación, pero las situaciones que se ofrecen en el largometraje podrían extrapolarse fácilmente a la realidad asistencial cotidiana. Es indiscutible que la calidad de la relación médico-paciente se ve a veces vulnerada, claro que existen causas externas a nosotros que influyen en ello (la presión asistencial, el desarrollo de una medicina defensiva, el control administrativo y la burocratización del trabajo médico, la elevada ratio a la que se ve sometido el profesional sanitario, el nivel de exigencia por parte de la propia sociedad, la actitud de algunos pacientes conflictivos…), sin embargo también es cierto que en ocasiones dejamos que tomen participación en esto ciertos factores internos (situaciones de contratransferencia, situación personal y profesional, ambiente de trabajo, desarrollo de “Burn-Out”…).

Por la propia naturaleza de la profesión médica, cualquier acto que desarrollemos tiene repercusión directa en las personas, y por ende en su salud. No solo se trata de la actitud clínica (entendiendo como tal el diagnóstico, su pronóstico y terapéutica correspondiente), sino de una actitud personal y humana que está inherente a la anterior y que supone la diferencia entre una asistencia técnica y una atención médica. Sabemos de sobra que en el complejo equilibrio entre la salud y la enfermedad influyen múltiples factores, muchos de ellos de gran carga emotiva y personal, de modo que al actuar sobre ellos también estamos influyendo en la evolución del paciente, y por supuesto también de sus familiares. Pensar que el papel del médico se reduce a solventar el cuadro clínico por el que nos llega el paciente es una visión muy reduccionista del verdadero trabajo del facultativo, no solo por resultar insuficiente para el manejo global del enfermo, sino porque de ser así nosotros mismos tendremos que asumir que nuestras posibilidades terapéuticas son francamente reducidas (como sabemos, somos incapaces de curar muchas de las enfermedades que afectan a nuestros pacientes).

La relación médico-paciente, no es solo una cuestión de educación, empatía o asertividad, se trata de una realidad más que influye enormemente en el manejo de cada caso. De hecho, a mayor gravedad de la enfermedad, más importancia toma el contacto personal con el enfermo y sus familiares y mayor es su influencia en su evolución. Posiblemente el propio sistema asistencial (desde la formación de nuevos médicos hasta el contexto y la situación de los facultativos en activo) no le da la importancia correspondiente a este hecho; a veces incluso el propio sistema puede llegar a suponer un impedimento al desarrollo de un trato apropiado del paciente (el tipo de instalaciones, los límites de tiempo, las listas de espera, la burocracia excesiva y poco eficaz, la falta de medios técnicos y humanos...). Y a esto debemos sumar la pobre formación y concienciación que se infunde a los estudiantes de Medicina sobre este aspecto, tema en el que se profundiza poco y de forma poco efectiva (el desarrollo teórico de este tema es generalmente insuficiente para comprender su importancia y para dotar de herramientas útiles a los futuros médicos).

Personalmente no me parece tan descabellado pensar en un médico como el doctor Jack Mackee, alguien que sea profesionalmente muy bueno pero que en el trato personal con las personas muestre notables carencias. Cuando llevamos cierto tiempo viendo las cosas desde detrás de una bata blanca acabamos percibiendo una realidad deformada (las sombras de la caverna, como diría Platón), y a veces incluso podemos ser incapaces de entender la situación personal de aquel que acude a nosotros. En ocasiones nos referimos a los pacientes como una categoría especial de personas, un grupo al que se acceden algunas personas y del que nos encontramos separados por alguna barrera. Una concepción facilitada por un enfoque centrado en el abordaje de la enfermedad, pero todavía no hemos sido capaces realmente de interiorizar aquella frase de D. Gregorio Marañón “no hay enfermedades, si no enfermos”. A veces consideramos ciertas peculiaridades de la persona como variables a considerar en el curso de la enfermedad que estamos manejando, pero seguimos con la misma visión: nos centramos en manejar a la enfermedad, y no al enfermo, y solo nos importan aquellas circunstancias que afecten a la evolución de la misma, sin fijarnos a veces en su repercusión sobre el paciente.

Todo esto se ve reflejado a lo largo de la película, en la cual el protagonista experimenta en primera persona la realidad del paciente. Es entonces cuando se descubre que su punto de vista no era tan cierto como él pensaba, y poco a poco empieza a entender lo que realmente supone ser paciente y lo que se espera, y se necesita, del médico en estas circunstancias. Promover una correcta relación médico-paciente debería ser un objetivo primordial en la formación de nuevos médicos y un fin que perseguir en los programas de formación continuada, y en ambos casos es fundamental promover la comprensión de la figura del paciente de forma más amplia que simplemente como aquel portador de la enfermedad y el papel del médico más allá del manejo concreto de la enfermedad en sí, entendiéndose el cuidado de la salud como un concepto mucho más amplio, integrando la realidad social (especialmente la esfera familiar) y la situación personal del paciente a lo largo del proceso asistencial. No se trata solo de ofrecer un trato adecuado a nivel personal, sino una obligación propia del oficio de la que se derivan efectos sobre la salud de aquellos a quienes tratamos. FJFA Alumno 6º Medicina del HUV Valme.

Cuestión de principios, de humanidad, de amor…

La película me ha hecho reflexionar y tener aun más claro lo que siempre he pensado sobre la importancia del buen trato al paciente… Aunque sea ficción no es nada totalmente alejado de la realidad, si bien es verdad que muchos profesionales tienen una actitud ejemplar, no pocos actúan de forma inadecuada sacando a relucir una prepotencia y una despersonalización que debería ser incompatible con el ejercicio de la medicina…

Debemos tener en cuenta que el paciente es alguien que con sus circunstancias su pensamientos, su cultura, sus principio y su estructura vital, que se ve alterada y nos pide que nosotros gracias a nuestros conocimientos pongamos todo de nuestra parte para ayudarle, con esto quiero decir que el paciente confía en nosotros y lo último que debemos hacer es tirar por el suelo esa confianza tratándolo como a un número o como a una parte de su cuerpo que está enferma…

Hemos de tener en cuenta que lo importante en la consulta no somos nosotros los médicos, lo importante en la consulta es el paciente, eso nunca se nos puede olvidar, nosotros estamos ahí por y para él. Pero esta despersonalización o trato a distinta altura no es solo algo exclusivo de los médicos, son muchas las personas que creen que por su posición social o laboral están por encima de los demás, típica imagen, desgraciadamente, de algunos profesores que sacan a la luz una falsa superioridad sobre el alumno y le dan un trato lejano y a veces despectivo.

El problema seguramente sea de base, de educación, de no tener claro que todos somos iguales y nadie es superior a nadie, es absolutamente reprochable creerse superior a quien necesita nuestra ayuda, y no solo porque un día necesitaremos la ayuda de alguien, si no por principios, por humanidad, por amor…

Simplemente intentemos tratar a los demás de una forma correcta, sana y humana y esto no es nada relacionado con la medicina, es algo vital; el respeto, la humildad y el volcarse con los demás es de lo más necesitado en este mundo loco en el que cada uno va corriendo sin mirar alrededor, simplemente miramos a nosotros mismos, a nuestros pies y lo peor de todo es que después nos extraña que tropecemos/estemos tropezando una y otra vez…
Fran Carballido

Se limita a tratar la parte del cuerpo que parece enferma, pero sin el abordaje psicológico ni social, su intervención no es completa

La película trata uno de los grandes males que afectan a la profesión médica: la falta de humildad y el endiosamiento. Se nos presenta a un profesional que incumple la deontología médica de una forma velada y sin ningún tipo de reparo. Aprovecha el estatus social que le confiere el ser médico para engrandecer su ego, y ya de paso, alcanzar una suma de dividendos bastante respetable.

El doctor, en ningún momento piensa en el paciente en todas sus dimensiones e intenta minimizar en todo momento la dolencia del paciente. Negar el auxilio al necesitado es una actitud incompatible del todo con un profesional del área sanitaria. Se limita a tratar la parte del cuerpo que parece enferma, pero sin el abordaje psicológico ni social, su intervención no es completa. En la película, el protagonista tiene la oportunidad de ver de primera mano que el trato que el dispensaba, no era para nada el idóneo, cosa que le haría cambiar la actitud. Por desgracia, en la vida real, los médicos no van a tener siempre esta experiencia que podría marcarles casi como una epifanía moral. Bien es cierto, que no todos los médicos son así ni mucho menos.

Hay un gran número de profesionales que se preocupan por el estado global del paciente (el famoso, pero no menos  cierto, bienestar biopsicosocial), que prestan ayuda siempre que sepan que va a ir en beneficio del paciente. No creo que sea cuestión de amar la profesión o la especialidad, lo cual también considero importante, sino de ser humano. El médico debe tener humanidad, ser sociable…es decir tener una serie de habilidades, que por supuesto también ira formando en el transcurso de su carrera profesional, pero que nunca deben ser apeadas a un segundo nivel, como por ejemplo detrás del conocimiento.

¿Quiere decir esto que no hay médicos con falta de valores? Por supuesto. Y por ello creo que esta película es una buena forma de criticar este mal que está presente en nuestras consultas mas de lo que sería deseable. Pienso que igual que exigimos que se nos recete el antibiótico adecuado para superar con éxito una infección, también se nos debería dar el trato necesario para alcanzar ese ansiado bienestar físico, psíquico y social. Sergio Postigo Cruz. Estudiante 6º Medicina HUV Valme. Curso 2011/2012.

Un film que ningún profesional de la salud debería dejar de ver

Tras ver “El doctor” es inevitable no considerar en algún modo el tema de la relación médico-paciente. Desde mi punto de vista esta película además de reflejar la historia de un médico, está hecha a la perfección para que todos los que nos movemos en el ámbito de la salud aprendamos un poco de ella.
En mi opinión Jack, el protagonista, es el modelo de doctor que se nos ha estado vendiendo durante mucho tiempo en los medios: un especialista, que trabaja en un gran hospital rodeado de la mejor tecnología existente y que maneja las técnicas quirúrgicas más punteras que nos podamos imaginar.  Es más un técnico que un cirujano, él “entra, arregla, y se va” sin ni siquiera saber el nombre del usuario que muerto de miedo y desesperanzado se encuentra debajo del campo donde se encuentra operando.  
Si extravasamos esto a la vida real y tenemos en cuenta la trayectoria de la medicina sobre todo en nuestro país es normal que todos confiemos en la tecnología y en los nuevos avances, además no es infrecuente que incluso estemos dispuestos a pagar desorbitadas cantidades de dinero en una consulta privada para dar solución a un problema de salud basándonos en la creencia de que si algo es más caro es mejor.

Sin embargo, esta tecnificación y especialización médica está teniendo un alto coste a nivel de calidad sanitaria. Está demostrado, que el nivel de salud de una comunidad que cuenta con el máximo de recursos existentes aumenta hasta un determinado punto pero llega el momento en el que por mucha tecnología que tengamos la sociedad no mejora en mayor proporción. Por lo tanto, de aquí extraemos que el paciente no es sólo su patología y que debe haber algo más que deteriore su calidad de vida. Es aquí donde entra en juego lo humano, la empatía, la solidaridad con el otro… detalles del quehacer cotidiano del médico que van a curar tanto o más que el trasplante de cara más complejo. Es en este aspecto donde falla Jack y tantos otros médicos como él que ejercen un modelo médico biológico en detrimento de uno biopsicosocial.

La película “El doctor” cuenta una cura de humildad: nos pone a un eminente cirujano en la sala de espera de un servicio de radioterapia como uno más del rebaño tras ser diagnosticado de un cáncer laríngeo.  Tras este suceso es impactante el cambio en su manera de ejercer y en el trato con los que le rodean, se da cuenta de lo valioso de la empatía y de saber aportar calor y apoyo en momentos de desolación; empieza a implicarse con sus pacientes, a preocuparse por su calidad de vida… comienza verdaderamente a ser médico. Al mismo tiempo se apoya en otras personas que como él tienen un tumor y descubre lo espiritualmente beneficioso de sentirse comprendido.

En mi opinión, es un film que ningún profesional de la salud debería dejar de ver ya que además de entretener aporta una visión de conjunto y unos valores que inducen a reflexionar sobre la manera de cómo estamos haciendo las cosas y lo importante de una óptima relación interpersonal médico-paciente en todos los sentidos. Mª De Gracia Gómez Prieto 6º Valme

El ver esta película me ha llevado a confrontarme con los distintos modelos de relación medico paciente que he tenido la oportunidad de observar a lo largo de mis estudios de medicina

Creo que en la película “El Doctor” encontramos una actitud positiva muy clara al final de la misma. Cuando el doctor Mckee ha pasado por el difícil proceso de enfermedad y ha comprendido cuales son los sentimientos que experimenta un paciente. Es en ese momento, tras la vuelta al trabajo, cuando le pide a sus residentes que pasen unas horas experimentando la sensación por la que sus pacientes llegarán a pasar y así esto facilite en un futuro la comprensión de que dichos pacientes merecen y refuercen la relación médico- paciente basada en gran medida en la comprensión, la escucha activa y la empatía.
Desde el comienzo de la película podemos encontrar varia actitudes negativas en la actuación del propio doctor McKee con sus pacientes, pues como el dice llega, resuelve y se va, pero en ese proceso olvida que el paciente es una persona que requiere un soporte emocional. Pero cabe destacar, ya cuando es el propio doctor el que sufre la enfermedad, el momento en que la doctora Abbot le comunica que tiene un tumor. Lo hace sin tener en cuenta la situación emocional del paciente y evita, por el hecho de que este sea médico, dar más explicaciones que un paciente en su situación requeriría para una mejor comprensión de la enfermedad y además olvida en todo momento la necesaria empatía para dar este tipo de noticias.

En esta película el gran dilema que se plantea es la petición por parte de un compañero del doctor Mckee a este que declare en un juicio a su favor. En un principio Mckee sin obtener más información pensaba declarar para favorecer a su amigo. Tras el proceso de enfermedad el doctor decide indagar en lo sucedido, y por lo hallado decide así mismo no apoyar a su compañero y evitar un perjuicio moral al paciente. Aquí pues encontramos el dilema, en el artículo 31 del código deontológico habla de que la confraternidad entre los médicos es un deber primordial, atendiendo a esto el doctor debería declarar a favor de su amigo, pero seguimos con la segunda parte del artículo 31 dice que sobre ella solo tiene precedencia los derechos de los pacientes. Para respetar esto y viendo que el amigo del doctor ha actuado mal, se recoge así mismo en el sexto punto del artículo 31, que denunciarlo no sería una falta al código y además supondría atender al principio de no- maleficencia del paciente.

El ver esta película me ha llevado a confrontarme con los distintos modelos de relación medico paciente que he tenido la oportunidad de observar a lo largo de mis estudios de medicina. Provenimos sin dudarlo de un modelo paternalista que ha ido evolucionando con el paso de los años hacia un modelo deliberativo que tiene en cuenta la autonomía del paciente. Aun hoy, esta evolución se sigue viendo reflejada en los médicos que me he ido encontrando como estudiante. Advierto pues, que ante estoy para un mejor aprendizaje, he ido asociando los distintos modelos con los ejemplos médico que me he encontrado en mi andadura como estudiante en diversos servicios. Sin dar nombre, iré reflejando cuáles son las características que he percibido de cada uno como representante de un modelo. Esto me ha ayudado a llegar a apreciar las características que quiero tener de cada uno de los modelos y conformarme así en una futura profesional de la medicina.

Los médicos paternalistas con los que me he encontrado, que son aun bastante numerosos, se definen porque deciden, ejecutan, preguntan poco e informan algo menos, teniendo poco en cuenta la autonomía de sus pacientes. Viendo esto desde el lado negativo, pero del positivo hay que aprender de ellos que su principal objetivo es la beneficencia del paciente.

El modelo de camaradería lo he encontrado cuando he dicho a veces que estudio medicina. En este modelo he podido verme a veces reflejada, pues a veces he creído que puedo supeditar mis conocimientos a mis habilidades sociales, pero es necesario que me recuerde a mí misma que el equilibrio entre la formación técnica y la humana es muy importante. Este tipo de médico tiene una corta distancia terapéutica y a veces ha hecho que ciertos trámites, como los protocolos, no vayan por el cauce normal. Sé que nuestra medicina se aleja de la posición del médico contractual, pero son estos los que más predominan en otros países. Estos siempre tienen una excesiva distancia terapéutica como defensa y no cuestionan nunca tus decisiones. Como paciente es difícil sentir que este tipo de médico te apoya en el proceso evolutivo de tu enfermedad.

Como último modelo me he encontrado también en el hospital al médico deliberativo que para mí implica capacidad de escucha, una alta formación y una consideración del paciente como un todo y que sabe en cada momento regular la distancia terapéutica.

Me gustaría como futura profesional tener la capacidad para adecuar mi modelo de relación clínica a las circunstancias de cada paciente, así como saber equilibrar la adecuada distancia terapéutica. Como decía Pichón Rivier hablando de la terapia de grupo y de la sensación que los pacientes tenían dentro del mismo, hay quien está afiliado a un grupo y quien pertenece a un grupo. Como médico espero que un paciente no se siente afiliado sino perteneciente a la relación, que entienda que tan importante es él en la toma de decisiones como lo será mi opinión. Por último espero tener la suficiente capacidad de autocrítica para reconocer mis errores y que esto no suponga un freno sino una motivación para mejorar en mi capacidad de comprensión del paciente y el establecimiento de la relación con él. MLFS Alumna de Medicina FM de Sevilla

Aprendió más durante su enfermedad que en todos sus años de ejercicio profesional

Es llamativo como esta película te hace apreciar dos perspectivas, o mejor dicho tres: la visión del paciente, la visión del médico y la visión de un medico como paciente. Al principio del film aparece un doctor déspota, que trata a sus pacientes como objetos de trabajo e incluso los ridiculiza. Da la sensación de creerse un superhombre por encima de los demás y trasmite a sus alumnos que es el camino que deben llevar. Tan metido en su trabajo incluso descuida a su mujer y su hijo.

El giro viene al ser diagnosticado de cáncer. En un principio su propia prepotencia le impide creerse el diagnóstico. Tiene que acudir a una especialista de su patología, una médico otorrino, que resulta ser igual de fría y déspota con sus pacientes que él. La médico lo trata como a cualquiera y no tiene consideración a la hora de dar un diagnóstico. Sin rodeos, sin un ápice de empatía le dice directamente que tiene un tumor en la laringe. El doctor es ingresado en el hospital sin ningún trato de favor, en una habitación compartida e incluso le ponen un enema por error. Vive en sus propias carnes el trato como paciente de su propio hospital. 

Durante la radioterapia vive la medicina desde la sala de espera y comparte experiencias con enfermos de cáncer como él, especialmente con una chica enferma con un tumor cerebral. Empieza a fascinarle la fuerza de aquella chica y llega a convertirse en su mayor apoyo. Empieza a darse cuenta de cómo ha sido todo este tiempo. Pretende ser el centro de atención en su casa y se encuentra con que ni su mujer ni su hijo están para él todo lo que querría. Empieza a valorar la vida y a darse cuenta de lo importante que es la comunicación entre las personas. Más aún cuando no puede hablar tras ser operado. Tiene que comunicarse con su mujer mediante una pizarra y un silbato. A ella le supera la situación y él la necesita y se lo hace entender. La primera frase que sale de su boca casi sin poder es un “te quiero” a su mujer. 

Es magnífica la escena de cuando se reincorpora al trabajo. Como se ve en él un cambio de actitud y hace a sus estudiantes ponerse en el papel de los enfermos, sometiéndose a pruebas, pijamas ridículos, comida de hospital...el final te deja la sensación de que este doctor aprendió más durante su enfermedad que en todos sus años de ejercicio profesional. De la importancia del trato al paciente. De que no es mejor médico el que mejor opera o el que más sabe, sino que hay que saber escuchar y comprender la situación de cada uno. Ponerse en su lugar y tratar con humanidad. Encarnación Andújar Gutiérrez.

Las personas no sólo debemos de ser buenos profesionales, sino debemos crecer como personas, ser humanos y actuar teniendo en cuenta las circunstancias de los demás

En la película El Doctor podemos hacer una reflexión de como las personas no sólo debemos de ser buenos profesionales, sino debemos crecer como personas, ser humanos y actuar teniendo en cuenta las circunstancias de los demás. En esta película vemos como un cirujano que actuaba solo viendo objetivamente los problemas quirúrgicos y dándole solución, en su punto máximo de éxito laboral y que presentaba una relación un poco desestructurada con su familia, es diagnosticado de un cáncer de laringe.
En ese momento su mundo su verá truncado, su papel en la vida cambiará y pasará de ser el médico a ser el paciente. Donde aprenderá todo lo que conlleva ese cambio, y a valorar las cosas de otra forma, dándose cuenta de los errores que había cometido. Establecerá una relación con una paciente que le hará conocer y ver la vida de otra manera ya no solo profesionalmente. Desde ese momento cambiará su forma de vivir, intentado de encauzar su profesión dirigida a una mejora en la docencia, en la manera de tratar a los pacientes y la visión de ellos viéndolos no solo como una lesión que hay que darle una solución, sino como una persona envuelto en un contexto social, cultural y religioso que presenta un problema de salud y al cual hay que dirigirlo para un tratamiento de cura y beneficio. Alumna FM Sevilla

Médico y paciente: dos puntos de vista


La película “El Doctor” nos debe hacer reflexionar sobre nuestra manera de actuar en un futuro no muy lejano, ya que para ejercer de manera eficiente nuestra profesión no solo deberemos estar técnicamente capacitados, sino que deberemos dominar y su vez exigirnos ciertas habilidades sociales; trato con el paciente, comunicación,…

El Dr. Jack MacKee, un brillante cirujano, no cumple con esta segunda premisa, tratando a los pacientes que tiene a su cargo de manera poco profesional y no situándose en ningún momento en su lugar. Cierto es que esto último no es sencillo, pero pese a que el médico en muchos casos no ha estado en la misma situación del paciente y por tanto no ha sentido ni vivido lo mismo, debe intentar comprender al paciente. Es decir, no tiene que tratar la enfermedad simplemente, sino que debería preocuparse por él, en la medida de lo posible, situarse en su lugar. Estamos ante un punto clave, en la relación médico-paciente, como es la empatía.

La visión y manera de actuar del Dr. MacKee cambia cuando le diagnostican un cáncer y pasa a ser paciente de su propio hospital. Pronto se da cuenta de que es un paciente más y de que no recibe preferencia alguna, hecho que sin duda le irrita mucho. Esta percepción se fundamenta mediante el frío trato que recibe por parte de su médica y las largas esperas y procedimientos de registro a los que se ve obligado. Es aquí donde podemos destacar uno de los momentos más emotivos de la película, cuando el paciente Jack MacKee y June están esperando a que les den la nueva identificación y Jack se queja de que le hacen perder su valioso tiempo de cirujano, reprochándole June que es a ella a la que verdaderamente le están haciendo perder el tiempo ya que le queda muy poco de vida.
Ante esta situación el paciente MacKee comprende la gran importancia que tiene la relación médico-paciente y lo beneficioso que es para las dos partes una medicina asertiva frente a una medicina defensiva.

Es cierto que en la práctica real de la medicina, esta actitud defensiva  es generada por diversos factores: capacitación insuficiente, falta o escasez de recursos (cuando se tienen que retrasar las pruebas), contención de los gastos, miedo a la demanda del paciente por negligencia y sobre todo el síndrome de burn-out o “agotamiento profesional”. Los efectos de este último factor, que empobrecen la calidad de vida del profesional que lo sufre e influye directamente en las personas que están a su alrededor, que padecen su actitud apática y negativa, generando una comunicación deficiente y poco asertiva, no solo se ponen de manifiesto con los pacientes, sino en la propia familia MacKee.

La asertividad es por tanto otro de los puntos clave en la relación médico-paciente. Mediante una adecuada comunicación con el paciente y sus familiares, una actualización continua de los conocimientos, respeto sobre los derechos de los pacientes y defensa de sus derechos como médico, se conseguirá una actitud de seguridad, respeto y buena comunicación que favorecerán la confianza del paciente y facilitarán la buena relación del binomio.

Resumiendo, el profesional además de disponer de la capacitación necesaria, debe establecer una comunicación asertiva y empática con el paciente, de manera que le proporcione seguridad en sí mismo y a su vez proporcione confianza y respaldo a un paciente que por su situación parte en clara desventaja.  

Todo médico se convierte en paciente un día

El Doctor Jack Mackee es un reputado cirujano, en el quirófano realiza una función
intachable, pero a la hora de tratar con los pacientes deja mucho que desear. Las ideas que intenta transmitir a sus residentes no son las más adecuadas, según él la misión de un cirujano es cortar, les dice textualmente “entras, lo arreglas y te largas”, esto según mi punto de vista muestra una forma errónea de protegerse, él prefiere no volcarse con los pacientes, no encariñarse demasiado. En una escena, una paciente intenta comentarle los problemas que tiene con su marido a causa de una cicatriz poco estética que le ha dejado, y el cirujano lo único que hace es gastarle una broma de mal gusto y marcharse.

En un momento dado, el rol del cirujano da un giro de ciento ochenta grados, y se debe desafortunadamente al hecho de que le diagnostican un tumor laríngeo. Ahora el paciente es él y tiene que vivir en su propia piel todo el sufrimiento por el cual pasan los enfermos, no ya por la enfermedad que padecen sino por el pésimo trato que reciben de los profesionales y del sistema en general. La frialdad con la que lo trata su otorrinolaringóloga le abruma, al entrar en la consulta ni siquiera lo saluda, luego le dice “tiene usted un bulto, un tumor maligno, una lesión T2, recomiendo radioterapia, extirpándolo puede perder la vez, le he firmado el alta, procure no hablar, hasta pronto”, ésta es la única información que le proporciona y además no lo hace en el lugar más idóneo, el compañero de habitación está justo al lado y se entera de todo.

El doctor Mackee no sabe cómo encajar esta nueva situación, ahora tiene que aguantar la burocracia, los errores médicos, parece que pierde el control de su vida y esto le pasa factura en su trabajo y en sus relaciones familiares, intenta explicarle a su hijo lo que le pasa, pero lo hace con palabras muy técnicas, no es capaz de adaptar su lenguaje.

Todo cambia, todo se ve diferente desde la nueva perspectiva, la del paciente. Judh es un joven diagnosticada de un tumor cerebral grado IV, esto podría haber sido un grado más bajo si se le hubiese hecho caso en su debido momento, pero ahora es muy tarde y ya no hay vuelta atrás, sin embargo ella parece llevarlo mucho mejor que el cirujano.

Una vez que el cirujano es operado y está recuperado oye que uno de sus residentes habla de un paciente como “el terminal de la habitación 1217”, en este momento muestra su enfado diciéndole que durante toda la carrera han tenido que aprender nombres en latín, listas interminables de fármacos y que ahora no sean capaces de retener el nombre de un paciente era simplemente penoso. Asimismo el doctor Jack Mackee somete a sus residentes a una prueba, les pone a todos un pijama de pacientes y les asigna una determinada enfermedad, y así deberán pasar por cada una de las pruebas diagnósticas que más tarde prescribirán seguramente a sus pacientes, de esta forma podían saber lo que supone cada uno de sus actos para los pacientes a los que atienden, también les recuerda a los residentes que los pacientes tienen nombre, son personas que están asustadas, vulnerables y que confían sus vidas a los médicos, por lo tanto qué menos que llamarlos por su nombre, escucharlos, ponerse en su lugar, darles toda la información necesaria, atenderlos tanto a ellos como a sus familiares, hacerles partícipes de su enfermedad  y por supuesto, tratarles adecuadamente. Zineb Ahrazem Dfuf. 6º Medicina HUVV

Escuchar al paciente, compartir la información con él, atender tanto al paciente como a la familia, no frivolizar ni gastar bromas, respetar sus decisiones, y sobre todo ponerse en su lugar

La película nos muestra el drástico cambio que se produce en la vida del protagonista cuando de médico pasa a paciente al serle detectado un cáncer de laringe. La transformación de una práctica de la medicina frívola, incluso deshumanizada, o cuanto menos, con una falta absoluta de empatía a una praxis totalmente opuesta.

Al comienzo, el protagonista (Jack, cirujano cardiotorácico de éxito) se muestra, como ya he dicho antes, sin empatía ninguna por los pacientes, toma su trabajo como una rutina, no escucha ni atiende de forma adecuada a los pacientes, haciendo bromas constantes que pueden resultar incluso ofensivas para los mismos y sus propios compañeros. Una vez que se le diagnostica el cáncer se produce un cambio de rol, de médico a enfermo, que al principio no acepta, mostrándose exigente e impaciente y negándose a ser tratado como uno más. Más tarde, al sentirse incomprendido por el personal que lo atiende y al entablar amistad con una joven que padece un tumor cerebral empieza a experimentar lo que se siente en la piel de un paciente, que deposita todos sus miedos y esperanzas en el médico y que se siente vulnerable, desprotegido y privado de intimidad. Este cambio en su punto de vista le lleva a enfrentarse con su compañero de trabajo al negarse a testificar en juicio a su favor, ya que no estaba de acuerdo con el trato al que el paciente denunciante había sido sometido. Finalmente, Jack consigue superar la enfermedad y vuelve a su trabajo como un médico empático, que antepone los intereses de los pacientes, escucha y no frivoliza. Además quiere transmitirlo mediante la docencia a los residentes, haciéndoles adoptar el rol de enfermos para lograr esta empatía hacia los pacientes, de la misma manera que él se hizo con ella.

Por otro lado, la relación con su mujer también sufre una transformación: antes del cáncer la comunicación en la pareja era muy deficiente y superficial, y el protagonista había apartado a su esposa de su vida en todos los aspectos, pero una vez llega la enfermedad ella hace grandes esfuerzos por cambiar este aspecto, aunque no lo consigue hasta que tienen un enfrentamiento que se produce durante el periodo tras la cirugía, en el que no saben si va a volver a recuperar la voz. Llama la atención, que justo en ese momento, en el que aparentemente, Jack tiene más dificultades para expresarse de forma adecuada, acontece la conversación más importante para ellos, que su pone un antes y un después en cuanto a la comunicación entre ambos.

La película, aunque me parece que ha llevado a los extremos la actitud del protagonista de una forma un tanto exagerada, me ha servido para entender las vivencias de un paciente oncológico, su miedo, su incertidumbre, su frustración ante el trato al que es sometido en ocasiones, así como la correcta actitud del médico ante los pacientes, que debe ser la actitud mostrada al final de la película: escuchar al paciente, compartir la información con él, atender tanto al paciente como a la familia, no frivolizar ni gastar bromas, respetar sus decisiones, y sobre todo ponerse en su lugar.


Alumna de Medicina

Todos seremos pacientes alguna vez

El protagonista de la película, el doctor Jack MacKee es un cirujano seguro de sí mismo, con una excelente técnica quirúrgica. Sin embargo, no podemos afirmar que sea un buen médico simplemente por poseer buenos resultados en sus intervenciones. Muestra una gran falta de respeto en sus operaciones, canta y escucha música con un volumen excesivamente elevado mientras trabaja, se muestra frío y distante con sus pacientes y se burla tanto de ellos como de sus compañeros. Cabe destacar a su compañero, al que él llama “el rabino”. Este médico, especialista en otorrinolaringología, es una persona atenta con sus pacientes, les explica la intervención con detenimiento, les escucha y atiende correctamente; sin embargo es el objeto de constante burla de nuestro protagonista.

Sería interesante resaltar algunas frases que demuestran la falta de empatía del doctor MacKee con sus pacientes: “Es peligroso encariñarse demasiado con los pacientes”, “no conviene volcarse demasiado”, y en especial “la misión del cirujano es cortar: entras, lo arreglas y te largas”. Sin embargo todo esto cambia en el momento en el que el doctor MacKee es diagnosticado de cáncer de laringe por una doctora muy parecida a él a la hora de trabajar. Esta doctora se limita a explorar a su paciente y pedirle las pruebas necesarias, así como informarle de lo que le sucede sin ningún tipo de tapujos, sin pensar en sus sentimientos ni en todo lo que está pasando.

A partir de este momento, se da cuenta de lo duro que es estar al otro lado. Se da cuenta de cómo se siente un paciente ante la espera de los resultados de unas pruebas, ante la incertidumbre de un diagnóstico y no sentirse escuchado ni arropado por su propio médico. A los estudiantes de medicina a su cargo, y que él mismo ha enseñado, ya no les permite que identifiquen a los enfermos como “el terminal” o como “el de la habitación tal”, tal y como él mismo había hecho antes, ya no tolera bromas con los pacientes.

De esta forma, y gracias a la aparición de Judth, a la que él llama “su amiga la valiente”, una enferma diagnosticada de cáncer cerebral en estadio avanzado por una negligencia médica, descubre lo importante que es luchar por la vida y no perder nunca la esperanza, así como lo vital que es sentirse apoyado y arropado tanto por su familia como por el personal médico.

Por tanto, a la hora de contar con un cirujano para la operación de su cáncer de laringe prefiere al otorrinolaringólogo al que llamaba “el rabino”, un médico atento y amable con sus pacientes, antes que a su doctora, que había sido fría y distante.

Por ello no debemos olvidar nunca que todos los médicos serán pacientes en algún momento de su vida. Esta película es un magnífico manifiesto de la importancia que tiene a la hora de ejercer la medicina no sólo poseer los adecuados conocimientos teóricos y técnicos de la medicina y la cirugía, sino que es vital a la hora de tratar a un paciente una actitud receptiva y empática con todos y cada uno de nuestros pacientes. Esto es igual, si no más, importante que todos los conocimientos adquiridos durante la carrera.

Alumna de 6º de la facultad de Medicina de Sevilla

“Lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás”

La primera vez que vi esta película fue en segundo curso de la licenciatura, me parecía que se salía un poco de la realidad, no me encontraría nunca un médico como el Dr. Mackee, un médico que viese su profesión como un mecánico de coche “entras, lo arreglas y te largas”, un médico que  en la mesa de quirófano bromea sobre la supervivencia del paciente, o que subestima la forma de trabajar de los compañeros, en ese caso me refiero a la crítica del Dr. Mackee hacia el otorrinolaringólogo, pues éste, en cada intervención le habla al paciente sobre lo que está haciendo o le va informando de cómo evoluciona, aún estando bajo los efectos de la anestesia. La película nos enseña a un médico que se ríe de las dudas y preocupaciones de los pacientes porque a él le parece que no son importantes. Hasta que desgraciadamente le toca ser “uno más” de ellos.

Desde el momento en el que el Dr. Mackee entra en el hospital siendo paciente, no médico, comienza a verse una evolución en su forma de pensar y de actuar. Está viendo desde el otro lado cómo se siente el paciente, comprende sus miedos, no sólo por padecer un cáncer de laringe, si no porque el paciente de repente se encuentra en una habitación que desconoce, casi desnudo, con personas desconocidas que van entrando o saliendo y que casi sin presentarse le extraen sangre, cambian sondas… Vive desde fuera cómo le sienta al paciente que  no se tenga en cuenta su opinión a la hora de elegir un tratamiento, que su historia clínica sea conocida por otro médicos pero que el paciente no pueda explicar a sus familiares qué es lo que padece porque o el médico no se ha parado a informar al paciente, o no ha hecho todo lo posible para que el paciente lo entendiese.

Al volver a ver la película he podido recordar algunos ejemplos de médicos reales que he conocido en prácticas hospitalarias, prácticas que me han servido para saber cómo NO quiero ser, igual que me han ofrecido la oportunidad de presenciar habilidades de comunicación ejemplares. Por supuesto, no creo que la película refleje lo que los pacientes encuentran todos los días en un hospital, pero no está de más que de vez en cuando nos paremos a pensar cómo podríamos mejorar el ejercicio de la medicina sin tener que padecer una enfermedad, si no teniendo la capacidad de empatizar de una forma sincera con aquel que necesita ayuda. Como ya se ha dicho, no es cuestión de ser médicos, si no personas.

Las habilidades comunicativas, no es algo que se enseñe en la carrera de Medicina, y aunque no estaría de más que se hiciera, también debemos saber que no es un campo exclusivo de la Medicina, sino que debe ser inherente a todos los seres humanos, partiendo de normas morales que nos autoimpongamos. Existe un refrán que refleja la situación de forma clara “Lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás”.
M.T.M.R. 6º de Medicina. H.U.V. VALME. Curso 2011/2012.

Un cirujano en determinadas circunstancias tiene que ser frío y distanciarse emocionalmente porque si no ciertos aspectos de este trabajo no podrían realizarse

A veces durante estos 6 años de carrera he echado de menos algo más de educación médica. Es decir, que se nos enseñe de alguna manera a crear nuestros propios valores y razonamientos que nos hagan enfrentarnos a las situaciones difíciles de la vida diaria. Pienso que las películas son un material excelente para estos fines, además si se nos manda verla como trabajo extra para casa nos servirá como disfrute personal y una manera de relajarnos, frente a tantas horas de biblioteca y tardes con libros y apuntes.
Esta película invita a la reflexión en numerosos aspectos siendo el tema central la relación médico paciente, además de la vida de los médicos aparte del lugar de trabajo, y las relaciones con la familia, los compañeros de trabajo y sobre todo, de cómo nos relacionamos con la muerte

Sobre la relación con los enfermos:
Quisiera destacar que, es curioso como este personaje, al igual que muchos médicos, no conoce realmente el día a día de los enfermos a los que trata. Pienso que esto es muy común porque si un médico se pone enfermo suele hacer consultas “de pasillo” a otros compañeros, sin sufrir los tiempos de esperas, la frialdad en la que a veces se cae en el trato y la ausencia de la percepción de que la persona que acude a nosotros lo hace porque esta enferma y sobre todo, tiene miedo. Creo que el Dr. Jack MacKee realmente no era mala persona como sin duda habrán pensado muchos, sino que vivía en una especie de “burbuja” a la que antes me he referido. Y en su caso es más duro darse cuenta de que son los médicos que él conoce y a los que se parece le den este trato tan incómodo.  Pienso a veces a los médicos se nos olvida la importancia de lo que significa el sentirse enfermo. No debemos esperar a tener una enfermedad grave para que nos cambie la mente como pasa en la película o a conocer a gente enferma. Hemos de cambiarla mentalidad desde ya, para poder practicar la mejor medicina que esté en nuestras manos.

Sobre la relación con la muerte:
Trabajamos con ella todos los días y de esa forma ocurre un efecto paradójico: nos acostumbramos a ella, la vemos natural y por ello muchas veces nos alejamos de lo que verdaderamente implica. Se ve todo muy diferente cuando lo que pende de un hilo es la propia vida. Es llamativa su fase de negación y de rabia respecto a su enfermedad, porque él es una persona que desde mi opinión se niega  a reconocer que tiene miedo. La relación que tiene con la muerte su amiga June Ellis es lo que le hace reaccionar. Vuelvo a decir como en el caso anterior; es importante comprender cómo nuestros pacientes viven la proximidad de muerte y cómo se relacionan con ella.
  
Sobre el cirujano:
Yo me quiero dedicar a la cirugía y pienso que un cirujano tiene que ser frío y distanciarse emocionalmente porque si no ciertos aspectos de este trabajo no podrían realizarse. Me remito a un ejemplo práctico: si te llega una persona en urgencias con el cuello sangrándole por un degüello accidental, debemos conservar la calma, distanciarnos emocionalmente de la situación y proceder a encontrar las arterias importantes que están sangrando para clamparlas y así salvar la vida de esta persona. Para llegar a este estado es importante pensar que “el cuello que está sangrando no es el mío” y así nos disminuirá nuestra propia frecuencia cardiaca. Muchos  pensarán que esto no es muy noble, pero yo creo que el distanciamiento emocional del paciente y el cirujano es cuanto menos, imprescindible. Sin embargo en este punto hay mucha gente que lo entiende mal: esto sólo ha de producirse en el quirófano y en las urgencias como en el caso anterior. El resto del tiempo, que es la consulta, la planta y por supuesto el día a día, ha de ser todo lo contrario, pues para hacer una buena cirugía es igual de importante (sino más) ser un buen médico. Es imprescindible aliviar el dolor y la enfermedad y para ello hemos de pensar en las emociones de nuestros pacientes. Así mismo lograr que confíen en nosotros para que disminuya su miedo y proporcionarle la información necesaria para hacer más llevadero ese trance
Propongo a la facultad la introducción de películas de este tipo intercaladas con los contenidos de las diversas materias para favorecer nuestro crecimiento ético a la vez que nuestros conocimientos técnicos.

MARÍA JOSÉ BONOMI BARBY
6º MEDICINA, HOSPITAL DE VALME

“The doctor”, película que todo médico ha de ver y aprender de ella


La película se centra en la figura del doctor Mac Kee, prestigioso cirujano que pasa, al ser diagnosticado de una grave enfermedad, de cirujano soberbio que apenas le da importancia al cuidado del paciente y de preocuparse en tratarlo como una persona, a un paciente más dentro de un sistema sanitario que él ha creado y en el cual no tiene en cuenta un gran factor en la curación de sus pacientes, la “persona” en su totalidad. Esto le hace ver las cosas desde un punto de vista diferente, desde el punto de vista del paciente, y hace que cambie gran cantidad de pensamientos, no solo sobre su trabajo, sino también sobre su familia, familia a la que tiene abandonada. Se da cuenta de que el sistema no es tan eficaz como él creía y que ha de cambiar muchas cosas. En este proceso de cambio destaca la figura de June, paciente que la hace ver las cosas desde un punto de vista más humano. Me parece extraordinaria la frase del doctor Mac Kee, al final de la película, cuando dice que aprendamos que los pacientes tienen nombre y nos confían sus vidas para ayudarles a seguir para delante.

Película que se ha de poner a los estudiantes de 1º de medicina, y a algunos médicos en ejercicio, para aprender algo realmente importante en la actividad sanitaria, la buena relación médico-paciente, cómo tratar a un paciente en su totalidad y no sólo centrarnos en que es una enfermedad. Película que te hace ver que para ser un buen médico hace falta algo más que tener grandes conocimientos sobre medicina, ser mejor persona.

Gran película la que nos ha aconsejado el doctor Bonal, espero que me sirva de lección y que no tenga el gran error de tratar a los pacientes como enfermedades, sino como personas en su totalidad. Ser un buen médico conlleva tener grandes conocimientos sobre medicina, pero sobre todo ser mejor persona.
Estudiante de 6º de medicina.

El ver esta película te hace reflexionar acerca del pilar fundamental sobre el que se sustenta la Medicina, que es la razón por la que su existencia adquiere sentido: el paciente. El paciente no es solo un número de historia, o un órgano aislado y defectuoso que hay que reparar, ni siquiera es un cliente que recibe un servicio y se va. El paciente es una persona, como también lo es el médico que le atiende, y como tal, tiene inquietudes, siente angustia y miedo ante la nueva situación en la que se encuentra a causa de una enfermedad, no sabe qué va a ser de él… y acude al médico buscando no solo el volver a gozar de una salud física, sino también respuestas, consuelo, comprensión y un poco de humanidad. Es por ello, que destaco una frase de la película, repetida en varias ocasiones por el protagonista, que contradice todo lo comentado: “Entras, lo arreglas y te vas”. Esa actitud va en contra de toda ética y moral, no solo profesional, sino también humana. No somos mecánicos que reparamos un motor, sino que atendemos (en el más amplio sentido de la palabra) a personas.

He de comentar también sobre esta película, que no estoy de acuerdo con que se generalice tanto esta actitud en los médicos, pues por suerte, en la vida real, hay muchísimos que son grandes profesionales, y mejores personas, que aman su labor y a aquellos por los que llevan a cabo dicha labor. Además, esta película contiene una visión muy escotomizada, pues solo presenta al médico deshumanizado, sin dejar constancia de la presión asistencial, administrativa y burocrática a la que se enfrentan cada día los profesionales, ni de la cantidad de obstáculos que solventan en cada una de sus actividades, pudiendo crear una idea errónea sobre ellos en sus pacientes. Por otra parte, esto nos lleva a plantearnos hasta qué punto un médico debe involucrarse y hacer suyos los problemas de los cientos de pacientes que pasan por sus manos… supongo que es todo un arte el encontrar el término medio en el buen quehacer del médico.

Resulta muy interesante ver la evolución del personaje principal, desde su situación de médico distante, que minimiza y prácticamente se mofa de las desgracias de los pacientes, hasta la posición de profesional cercano, comprensivo y amigo, fruto de la vivencia en primera persona de cada uno de los padecimientos de los pacientes. Empezando por la propia enfermedad, los sentimientos a flor de piel, las dudas, temores, relación con la familia y con el médico…continuando por las esperas interminables para ser atendidos o conocer el resultado de una prueba (con la angustia que ello conlleva), la cumplimentación de papeleo y burocracia una y otra vez, los errores médicos, la decepción de un tratamiento que no funciona, la incertidumbre ante el resultado incierto que una intervención puede tener sobre la calidad de vida propia… y terminando por un sentimiento de soledad… soledad en una sala de espera, en el interior de un escáner, en una habitación… soledad ante la enfermedad, que solo puede compartir con alguien con un padecimiento similar al suyo (en este caso, su amiga June). Todo este mar de vivencias, le hicieron ponerse en el lugar del otro y cambiar su filosofía de trabajo y de vida… cosa que trataba de mostrar a los estudiantes al final de la película, haciéndolos vivir esta situación en su propia piel, pues nadie escarmienta en cabeza ajena…

Por último, subrayar dos palabras de boca del doctor, cuando le plantean cambiar el tratamiento, contando con la opinión de dos facultativos, y él expresa: “Y conmigo”… Para mí, esto es primordial, pues no podemos creernos dueños y señores de las vidas de los demás… sus vidas son suyas… nosotros no podemos hacer otra cosa que orientarles y ofrecerles todo lo que esté en nuestra mano para ayudarles… pero la última palabra sobre la toma de una decisión la tiene el paciente, que es el principio y el fin del porqué de la Medicina.

Mª del Mar Moreno Galera
Estudiante 6º Medicina H.U.V. Valme
Curso 2011/2012



Cuestión de principios, de humanidad, de amor…

La película me ha hecho reflexionar y tener aun más claro lo que siempre he pensado sobre la importancia del buen trato al paciente… Aunque sea ficción no es nada totalmente alejado de la realidad, si bien es verdad que muchos profesionales tienen una actitud ejemplar, no pocos actúan de forma inadecuada sacando a relucir una prepotencia y una despersonalización que debería ser incompatible con el ejercicio de la medicina…

Debemos tener en cuenta que el paciente es alguien que con sus circunstancias su pensamientos, su cultura, sus principio y su estructura vital, que se ve alterada y nos pide que nosotros gracias a nuestros conocimientos pongamos todo de nuestra parte para ayudarle, con esto quiero decir que el paciente confía en nosotros y lo último que debemos hacer es tirar por el suelo esa confianza tratándolo como a un número o como a una parte de su cuerpo que está enferma…

Hemos de tener en cuenta que lo importante en la consulta no somos nosotros los médicos, lo importante en la consulta es el paciente, eso nunca se nos puede olvidar, nosotros estamos ahí por y para él. Pero esta despersonalización o trato a distinta altura no es solo algo exclusivo de los médicos, son muchas las personas que creen que por su posición social o laboral están por encima de los demás, típica imagen, desgraciadamente, de algunos profesores que sacan a la luz una falsa superioridad sobre el alumno y le dan un trato lejano y a veces despectivo. El problema seguramente sea de base, de educación, de no tener claro que todos somos iguales y nadie es superior a nadie, es absolutamente reprochable creerse superior a quien necesita nuestra ayuda, y no solo porque un día necesitaremos la ayuda de alguien, si no por principios, por humanidad, por amor…

Simplemente intentemos tratar a los demás de una forma correcta, sana y humana y esto no es nada relacionado con la medicina, es algo vital; el respeto, la humildad y el volcarse con los demás es de lo más necesitado en este mundo loco en el que cada uno va corriendo sin mirar alrededor, simplemente miramos a nosotros mismos, a nuestros pies y lo peor de todo es que después nos extraña que tropecemos/estemos tropezando una y otra vez.

Fran Carballido

Demasiado extremista y novelada buscando la crítica fácil y obvia

Al comienzo de la película recordé una escena vista en otra película donde una cirujana cuestionaba la profesionalidad de una anatomopatóloga y esta respondía diciéndole: “Crees que todos queríamos ser cirujanos al iniciar la carrera y porque no obtuvimos nota acabamos siendo otra cosa”, eso fue lo que pensé al observar al protagonista en la escena inicial en la operación y en su relación con el otorrinolaringólogo (el rabino). Ambas escenas son de película y aunque como en toda profesión hay excepciones, no creo que sea un fiel reflejo de la realidad, más bien llevar al extremo todos los roles de los personajes No es que no esté de acuerdo con el mensaje de la película, sólo que me parece demasiado extremista y novelada buscando la crítica fácil y obvia: ni los buenos son tan buenos, ni los malos los más malos del lugar Con los años, la presión y la rutina, el médico se profesionaliza y se comporta como un trabajador distante, olvidando lo más característico de nuestra profesión: “tratamos con personas, nuestro objeto es el ser humano”. Pero a menudo en el hospital veo ejemplos de médicos enamorados de su profesión, que se han sacrificado mucho para conseguirlo, que no han sido estudiantes normales, ni maridos/esposas normales porque tuvieron que anteponer el trabajo a otras cosas en muchas ocasiones y eso me aleja de la opinión general de que “todos los médicos son iguales””se pasean por el pasillo perdonando vidas con sus batas blancas” Me repito, acepto el mensaje y la crítica de la película, sería muy autosuficiente por mi parte pensar que todo está bien pero no caigamos en el tópico fácil y recurrente, analicemos el problema a fondo.

La película "El Doctor" aborda diferentes aspectos de la relación-médico paciente, no sólo los que afectan al ámbito de la comunicación, sino a la Bioética, en general.

La película "El Doctor" aborda diferentes aspectos de la relación-médico paciente, no sólo los que afectan al ámbito de la comunicación, sino a la Bioética, en general.

Un factor fundamental para que la película abarque tantos temas es el sistema de cuidados de Estados Unidos, en el que el paciente, pasa a ser más bien un usuario. La palabra paciente contiene unas connotaciones de relación para con el médico que no tiene la palabra usuario. De esto es de lo que el Dr. MacKee se hace plenamente consciente durante su convalecencia. Él pasa a ser el ser al que tratan como uno más, cuando un paciente, ni de lejos, es uno más.

Por supuesto, quedan claramente de manifiesto los déficits de comuniación que se pueden dar. Un ejemplo claro es cuando la Otorrino decide el día de la operación del Dr. MacKee con él allí delante, pero hablando por teléfono como si no estuviera presente. En contraposición, tenemos a "El Rabino" que habla a sus pacientes mientras están anestesiados. Son dos extremos que difícilmente encontraremos en la clínica real, donde las actitudes son más sutiles, pero sirven perfectamente para ilustrar el objeto de conflicto.

Pero la película no deja escapar un detalle. No sólo muestra a médicos poco comunicativos, sino a pacientes hostiles, como es el Dr. MacKee, algo que en nuestra práctica diaria encontraremos con cierta regularidad. En el otro lado, está la amiga del doctor, que ya ha aceptado su enfermedad y ayuda a nuestro médico a aceptarla. Aquí se pone de manifiesto el valor de los grupos de ayuda que los pacientes pueden constituir y que las administraciones deben apoyar.

Aborda también otros temas más tangenciales: cuando el compañero le pide que haga un peritaje falso, cuando enseña a los residentes hablando de forma despótica de los pacientes (algo que cambia cuando él se pone enfermo), etc.

En definitiva, película altamente útil para tratar casi cualquier aspecto de la relación clínica.

JARC.

La excesiva tecnificación de algunas especialidades y el auge de nuevas “subespecializaciones” y de nuevos métodos diagnósticos y de tratamiento, muchas veces aleja al profesional médico de realmente serlo

Al Dr. MacKee no le falta de nada para ser feliz (eso piensa él). Tiene su título de cirujano, una casa lujosa, una mujer e hijo, incluso prestigio en su hospital; piensa que su prosperidad será un continuo a lo largo de su vida. Lo único que le preocupa es mantener su status por encima de sus compañeros; se alimenta constantemente de su egocentrismo. Es una persona arrogante y totalmente carente de empatía con todo lo que le rodea. Lo que él no sabe es las consecuencias que causa al distanciarse emocionalmente de sus pacientes y de su profesión, de sus compañeros de trabajo, e incluso de su familia.

Pero la vida siempre te enseña algo. Un cáncer de laringe diagnosticado de forma inesperada hace que le de un vuelco su vida. El exitoso cirujano pasa a ser un paciente más del hospital. Tanto le cuesta aceptarlo, que sigue utilizando sus herramientas personales con el personal sanitario: quejas, falta de aceptación e intransigencias dan color a su nueva situación.

Poco a poco, va admitiendo su rol de enfermo, y empieza a sufrir en sus propias carnes situaciones y sentimientos que él ni si quiera hubiera imaginado desde sus lentes deshumanizadas. Ahora, sus compañeros son pacientes de oncología. Su pronóstico no es todo lo bueno que él quisiese. Sin embargo, le llegan algunas muestras de cariño y de cercanía por parte del personal sanitario. Gracias a todo ello descubre un nuevo punto de vista sobre la vida; sabe lo que es sufrir y sentirse indefenso e impotente.

Su nueva experiencia hace que empiece a valorar lo importante que es atender el carisma de los pacientes de forma empática. Ha sentido las necesidades que un paciente tiene y ha sufrido para poder salvar su enfermedad con el mejor desenlace posible. Esta nueva conciencia hasta le repercute positivamente en el trato con su familia. Es consciente de lo lejos que estaba de ser un buen médico, y, para enmendar sus errores, trata de enseñarles a sus residentes todo lo aprendido desde su experiencia como paciente.

La historia del cirujano Jack MacKee es un claro ejemplo de una buena porción de consecuencias que la despersonalización de la medicina puede causar. La excesiva tecnificación de algunas especialidades y el auge de nuevas “subespecializaciones” y de nuevos métodos diagnósticos y de tratamiento, muchas veces aleja al profesional médico de realmente serlo. Nunca podemos olvidar que tratamos con personas, que no somos meros técnicos de reparación de una enfermedad aislada. La enfermedad se encuentra dentro en un contexto llamado persona, la que a su vez se haya dentro de un marco constituido por situaciones personales y ambientales, emociones y sentimientos; si nos olvidamos de ello, difícilmente podremos considerarnos profesionales médicos, puesto que nos faltaría lo más importante para serlo: ser “humanos”.

Excelente la manera de situar al médico en el papel del paciente y, a su vez, poder ver su evolución de la enfermedad… la “humanización” de su persona y su medicina


La película tiene como tema principal la relación médico-paciente. A lo largo de ella, se analizará este tema desde tres perspectivas diferentes a través de la figura del protagonista, el doctor MacKee, reconocido cirujano del hospital en el que trabaja. Éste promulga la necesidad de distanciarse emocionalmente de los pacientes y aconseja a sus residentes a que sigan esta práctica. Incluso va un paso más allá descuidando las formas de trato al paciente, el tacto a la hora de tratar sus enfermedades.

Sin embargo, todo cambia cuando al doctor se le diagnostica un carcinoma de laringe. Esto hace que, por primera vez, tenga que enfrentarse a su papel como paciente. Es en esta etapa cuando descubre los sentimientos del éstos ante una enfermedad: miedos, inseguridades, esperanza... así como los fallos del sistema: la relación con el médico, el exceso de burocracia, las negligencias… Además, será durante el curso de su tratamiento cuando conozca a June, una joven que padece un tumor cerebral y que le hará replantearse su forma de enfrentarse a la vida.

Todo el paso por su enfermedad le hace cambiar el trato con sus pacientes. Será tras esta nueva experiencia para él, cuando perciba la necesidad de conocer al ser humano que tiene delante para poder tratarlo. Como el mismo protagonista afirma: “el paciente confía su vida al médico”, de ahí, la necesidad y responsabilidad de preocuparse por él y de empatizar tanto con su paciente, como con su situación personal.

Por último, sólo comentar que me ha parecido excelente la manera de situar al médico en el papel del paciente y, a su vez, poder ver su evolución de la enfermedad… la “humanización” de su persona y su medicina.

¿Se le puede pedir a un simple ser humano que cargue con la presión de las desgracias de miles de pacientes?

Un doctor con un nivel económico y social acorde a su estatus y una vida aparentemente plena vive su vida de manera superficial y fría. Sin embargo, pasado un tiempo descubre que tiene un tumor maligno (cáncer) en las cuerdas vocales. En el momento en el que el deja de impartir clases, ejercer su profesión y seguir con su vida perfecta y pasa de ser un Médico destacado a un paciente que tiene que esperar su turno, que no es tratado dignamente por su doctor, que le mienten en cuanto al diagnostico, etc., cae en cuenta de lo terrible que es el trato del médico al paciente, y las circunstancias que vive un paciente que sufre de depresión, que vive al día con su enfermedad y con una esperanza de vida que el médico tajantemente rompe sin importar el estado emocional de este. Vivir en carne propia esta situación le hace reflexionar sobre el cuidado del paciente y la importancia de la comunicación entre el equipo multidisciplinario de Salud; a poco de tener a la muerte en su puerta, Jack se recupera de una manera satisfactoria y lucha por las creencias y vivencias que le hicieron valorar tanto su vida como la vida de un paciente.

Esta película nos deja la reflexión de cómo el profesional de la salud influye y es responsable de la recuperación del paciente; del cargo que ocupa el enfermero o médico al momento de tener en sus manos la vida de una persona que confía en él sin objeción alguna. De cómo en cada momento nos debemos regir por nuestro código de ética para brindar un servicio impecable y obtener resultados favorables. De cómo ser “humanos” en todos los sentidos y preguntarnos sobre la calidad de vida que estamos ofreciendo a nuestros pacientes y a nuestras familias.

En los hospitales se vive a diario la falta de atención personalizada como quisiera el paciente, y aunque sean privados, se ven las carencias y el casi nulo involucramiento emocional entre paciente-medico, la negligencia, los tramites largos y consecutivos que un paciente con una enfermedad casi terminal tiene que esperar para poder ser atendido, porque en este servicio, no dan preferencia por la edad, profesión, genero, status, todos y cada uno de los pacientes tienen que esperar largas y angustiantes horas, días, momentos… que les roban tiempo para aprovechar y disfrutar pequeños detalles e instantes de su valiosa y quién sabe si de su corta vida.

Porque uno nunca sabe cuándo pueden cambiarse los papeles y tocarte vivir lo inesperado y te verás obligado a tomar de tu propia medicina. (Nunca mejor dicho). Algo que me ha encantado de la película es el convertir a los futuros médicos en pacientes. Y no sólo médicos, sino también el resto del personal sanitario. Me parece muy buena idea ponerse en el lugar de los mismos, y qué mejor forma que ingresar una semana en el hospital para vivirlo desde dentro, aunque desde fuera la situación pueda parecer un tanto histriónica, porque por un lado el coste económico de esta práctica podría ser elevado por lo que aparentemente tiene de innecesario, sin embargo a la larga, creo que este coste podría ser directamente proporcional a un beneficioso aumento del bienestar del enfermo y de la relación entre paciente y personal sanitario, que hoy por desgracia es bastante impersonal y objetiva, tal como nos muestra la película. Y aunque el sistema no sea el mismo en todos los países, en España es ciertamente bastante parecido al que se nos muestra en el filme.

Otra clave de la película es el papel de June, la enferma con tumor cerebral en grado IV. June le enseña a mostrar empatía y a tratar con respeto a las demás personas pero sobre todo a bajar los brazos para hacerse accesible a las personas que necesitan de él y en especial a las personas que lo aman. También le enseña ser sincero con los pacientes, aunque este es otro tema discutible, pues cada enfermo es un mundo y en este caso es cuando debería intervenir esa confianza y relación algo más estrecha entre facultativo y paciente, para que el primero sepa cómo debe actuar en cada caso, pues las características psicológicas y emocionales de cada paciente hacen que lo que pueda ser beneficioso para uno, pueda ser traumático para otro.

Sin duda alguna la película intenta, y creo que consigue, dar una lección moral sobre la humanidad que el sistema sanitario debería tener y de la que carece. Los recursos para identificarte con el protagonista y vivir su euforia y despreocupación iniciales e ir evolucionando junto a él hacia la comprensión de la verdadera gravedad de una enfermedad y hacia la solidaridad y comprensión humana están muy logrados. Sin embargo cabe preguntarse hasta que punto un médico puede soportar el sentirse plenamente afectado por cada paciente al que trata ¿Se le puede pedir a un simple ser humano que cargue con la presión de las desgracias de miles de pacientes? El tema es mucho más complicado de lo que se presenta y me pregunto si la clave no estará precisamente en el equilibrio entre un extremo y otro. MPF

La relación médico-paciente es una relación entre personas

La medicina avanza. Poseemos multitud de estrategias y elementos para identificar la enfermedad, combatirla y con suerte eliminarla. Pero una enfermedad no es solo un conjunto de síntomas con etiología común; una enfermedad implica que hay una persona que debe aceptar su rol de enfermo y que debe ser tratado con dignidad.

La película nos habla sobre una persona, el doctor Mac Kee, un reconocido cirujano de un gran hospital, casado y con un hijo, y que vive cómodamente en una buena casa y con un gran coche. Lo tiene todo. Pero cuando el buen doctor es diagnosticado de una grave enfermedad y pasa a ser paciente, descubre poco a poco la otra cara de la actividad médica, aquella que tanto había criticado: el cuidado de la persona enferma.
El doctor se siente desvalido ante un sistema que el mismo ha ayudado a crear, el del “entras, lo arreglas y te vas”, y se da cuenta de que esta actitud no solo le ha apartado de la autentica naturaleza de su profesión, sino que además esta misma actitud distante le ha llevado a no vivir plenamente ninguna de las relaciones en su vida: un hijo con un padre ausente y una mujer que se siente sola.

Afortunadamente, cuando más perdido se encuentra en su soledad aparece la figura de June, otra enferma como él, que le ayudara a entender que no está solo, que puede contar con su familia, que debe luchar contra la enfermedad; para lo cual el doctor Mac Kee pide al más criticado de los médicos de su hospital, a aquel que habla con los pacientes durante las operaciones, que los trata como a personas, que luche junto a él, rechazando los mejores “técnicos”.

En resumen esta película nos invita a reflexionar sobre los dos pilares de la medicina moderna y su importancia: la ciencia y la relación humana. En palabras del propio doctor: “Habéis dedicado mucho tiempo a aprender los nombres latinos de las enfermedades de vuestros pacientes, ahora vais a aprender algo mucho más sencillo: los pacientes tienen nombres, se sienten mal y lo que más desean es poder seguir. Y con esa esperanza nos confían sus vidas.” ¡No los decepcionemos! CFQ

El fragmento de la primera consulta al otorrino

El fragmento de la primera consulta al otorrino es el que más refleja la deficiente comunicación en la relación médico – paciente. La doctora actúa de forma autómata y despersonalizada desde que entra en la consulta, pues no comprueba el nombre del paciente, ni ella se presenta, no lo saluda formalmente a pesar de que le ofrece la mano, sino que le pide que se siente directamente en la silla de exploración, y le pregunta qué le pasa mientras que enciende el monitor del laringoscopio y coloca todo lo necesario para la exploración, tampoco le hace historia clínica, solo los síntomas que le comenta  y va directa a la exploración, pues ésa es la que le dará  el diagnóstico y le orientará en la opción terapéutica, es en lo único que se centra la doctora. A pesar de que el paciente es médico y conoce todos los aparatos de la sala y tiene conocimientos sobre la materia, se muestra vulnerable, intimidado y agredido por el medio, ya que no se le explica la exploración que va a realizar, ni lo que está utilizando, ni con qué fin.

El paciente durante toda la consulta intenta establecer lazos empáticos con la doctora pero ella en ningún caso muestra cambios en su expresión y continúa distante, incluso se retira físicamente del paciente para darle el diagnóstico. Sin mediar ninguna aclaración le dice que tiene cáncer, espera 3 segundos a la reacción del paciente y le dice que va a pedir una batería de pruebas y una biopsia para el día siguiente, lo único que le pregunta al final de la consulta es ¿de acuerdo? y se marcha.

No se ofrece para resolver dudas, ni le habla sobre el pronóstico o los tipos de tratamientos posibles, no le dice que lo primero que tiene que hacer es dejar de fumar para conseguir mejores resultados, no le ofrece ningún vínculo para que pueda acceder a ella, ni ella se preocupa de la reacción del paciente ante la información que le acaba de dar y lo que implica. Es sólo un caso más de neoplasia de laringe pendiente de biopsiar.

Lo importante que es que nos pongamos en el lugar del otro

Jack Mac Kee es un cirujano de gran renombre, que lo tiene todo en la vida, una familia perfecta, un coche ideal, una casa acogedora, y una vida llena de lujos y apariencias.
Es un gran profesional, pero en cuanto a lo que se refiere a la técnica, nunca se implica con los pacientes, para él son como “máquinas que hay que arreglar”, y su relación con ellos no va más allá que cuando entra en el quirófano se lo encuentra en la camilla y ante la situación de vulnerabilidad que presentan. Según dice con sus propias palabras la cirugía no es cuestión de juicios.
Su vida da un giro de 360º cuando comienza a tener síntomas sugestivos de cáncer y le diagnostican de un tumor laríngeo. Cuando es él el que se encuentra en el bando de los enfermos, comienza a comprender que la medicina es a veces, muy despersonalizada, y muy agresiva y va a sufrir en si mismo lo que siente cada paciente, lo que sienten al ser sometidos a miles de pruebas, a las horas de espera, al acelerado ritmo del tiempo… sobre todo cuando conoce en radioterapia a quien será su amiga, June, la cual padecía un tumor cerebral terminal.
June es un apoyo para él, le hace ver la vida de un modo distinto, comienza a apreciar las cosas por pequeñas que sean, le hace disfrutar de cada minuto que nos ofrece la vida,  empieza a interesarse por sus pacientes, por cómo se encuentran, por cómo se llaman… Ella le hace sentirse mejor persona y es una persona clave en el camino hacia la curación de su tumor, de hecho implica más a June en su enfermedad, que a su familia, a la cual la tiene un poco al margen de su enfermedad.
El conocer a June, hace que Jackie, tras su recuperación, manifieste un cambio de actitud en su profesión, comprende que tiene en sus manos la vida de personas, y que éstas ante cualquier enfermedad por ínfima que sea, se sienten solos, aterrados y asustados.
La película es una reflexión sobre lo importante que es que nos pongamos en el lugar del otro, no es más que tratar a las personas, en este caso pacientes, como realmente nos gustaría que nos trataran, con humanidad.
M.N.B.A